Teresa inició también en 1981 el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un“pequeño camino
de santidad” para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y espíritu.
Durante estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y en la obra que ella había iniciado. Numerosos premios, comenzando por el Premio Indio
Padmashri en 1962 y de modo mucho más notorio el Premio
Nobel de la Paz en 1979, hicieron honra a su obra. Al mismo
tiempo, los medios de comunicación comenzaron a seguir sus
actividades con un interés cada vez mayor. Ella recibió, tanto los
premios como la creciente atención “para gloria de Dios y en
nombre de los pobres”.
Toda la vida y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la
grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas con
fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios. Pero, existía otro lado heroico
de esta mujer que salió a la luz solo después de su muerte. Oculta a todas las miradas, oculta incluso a los más cercanos a ella, su vida interior estuvo marcada por la experiencia de un profundo,
doloroso y constante sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por Él, unido a un deseo cada vez mayor de su amor. Ella misma llamó “oscuridad” a su experiencia interior.
La “dolorosa noche” de su alma, que comenzó más o menos cuando dio inicio a su trabajo con los
pobres y continuó hasta el final de su vida, condujo a Madre Teresa a una siempre más profunda
unión con Dios. Mediante la oscuridad, ella participó de la sed de Jesús (el doloroso y ardiente deseo de amor de Jesús) y compartió la desolación interior de los pobres.
Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada
vez más graves problemas de salud, Madre Teresa continuó
dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los
pobres y de la Iglesia. En 1997 las Hermanas de Madre Teresa
contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en
610 fundaciones en 123 países del mundo. En marzo de 1997,
Madre Teresa bendijo a su recién elegida sucesora como Superiora General de las Misioneras de la Caridad, llevando a cabo
sucesivamente un nuevo viaje al extranjero.
Después de encontrarse por última vez con el
Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde transcurrió
las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a visitarla e instruyendo a sus Hermanas. El 5 de septiembre, la vida terrena de Madre
Teresa llegó a su fin. El Gobierno de India le concedió
el honor de celebrar un funeral de estado y su cuerpo
fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de
la Caridad. Su tumba se convirtió rápidamente en un
lugar de peregrinación y oración para gente de fe y de
extracción social diversa (ricos y pobres indistintamente). Madre Teresa nos dejó el ejemplo de una fe
Revista Elevación
“Para hacer que una lámpara esté siempre encendida, no debemos de dejar de ponerle aceite.”
Agnes Gonxha Bojaxhiu (Madre Teresa de Calcuta)
10