2) Los Ángeles no nos dejan confundidos.
San Pablo hizo notar que “Dios es un Dios de orden, no de confusión”. Los Ángeles llegan a nosotros provenientes de Dios. ¿Sería entonces posible que Dios se tomara el “trabajo” de enviar a un mensajero celestial con capacidad para revestir la forma que se considerase
necesaria para comunicarse y luego se limitara a dejarnos un mensaje
confuso? No. Por supuesto, eso no quiere decir que Dios pase por alto
nuestra mente humana. Lo que hemos de hacer al pensar en un mensaje angélico, es actuar en consecuencia, y hacer que forme parte de
nosotros antes de que decidamos aprovecharlo.
Sin embargo, según podemos ver por la confusión existente en nuestra sociedad y en nuestras propias vidas, no estamos viviendo del todo y a la perfección en la Luz, puesto que en tal caso
ya no existiría el desorden y mucho menos el caos. Cuando uno de esos mensajes está lleno de
incoherencias, elaborado con señales confusas, es muy posible que haya surgido de nuestra propia mente.
3) Los Ángeles no intentan obligarnos a nada.
Cuando los Ángeles llegan a nosotros trayendo un mensaje, ese
mensaje es de Dios; no se trata de mensajes de los propios Ángeles.
Cuando recibimos un mensaje que, a nuestro entender, puede ser angélico en su origen, y tan perentorio que nos sentimos impulsados a
cumplirlo sobre la marcha, o cuando consideramos que no nos queda
otra elección o incluso que, en caso de no cumplir el mandato, sobrevendrá un castigo, entonces hay que dudar de que se trate de un mensaje proveniente del cielo.
Uno de los aspectos más preciados de la naturaleza humana es el libre albedrío, la capacidad
de que estamos dotados para elegir según sea nuestra voluntad entre lo malo y lo bueno, o sencillamente lo que consideremos que sea más conveniente para nosotros. Los impulsos que provienen de Dios, ya sea en forma directa o no, durante el transcurso de nuestra vida, están destinados
a ayudarnos para que podamos hacer lo bueno, lo inteligente, y lo que contenga amor. Dios nos
ha creado como seres que pueden elegir, y que se sienten satisfechos por el hecho de poder hacerlo; por lo tanto, Dios no ha de forzarnos en modo alguno, y mucho menos a través de mensajes
Revista Elevación
“Aprendemos a amar no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando llegamos a
ver de manera perfecta a una persona imperfecta.”
Sam Keen (1931-?). Escritor, profesor y filósofo americano.
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