Revista El Balcón: Cuestión de género V. 4 | Page 16

Amanece un día nublado, poco a poco se deshace en pequeñas lloviznas que bañan la ciudad, ese 7 de agosto significa la vuelta al poder de las fuerzas malignas que han perpetuado la guerra, el dolor, la desigualdad y el sufrimiento. Las gotas de agua caen sobre las sábanas blancas que cubren los cuerpos vivos tirados en el suelo en representación y denuncia de los asesinatos de líderes sociales en Colombia. Cae del cielo cada pequeña gota punzante como lágrimas de rabia y de dolor que desprende la madre tierra. Caminamos por la 30, hablando, cantando consignas que piden justicia social, llevamos en nuestra bandera un estampado de Camilo Torres Restrepo, una bandera roja, un corazón rojo. En ambos, la lucha por la paz que sembró Camilo sigue viva.

La palabra por sí sola no es nada, es un libro en el desierto, necesita de humanidad para ser pensada, creada, dicha y para cargarla de poder. Por ejemplo, aquel que salió de su puesto con una medalla dorada con la cara de Alfred fue disfrazado por la prensa con un traje blanco y así se nos mostró. Hablo de aquel que logró una histórica firma, una firma a la que se le intentó dar poder, se le cubrió de frívolas palabras, elogios, emociones, pero ni esos intentos lograron que se reflejara en la realidad el ya deforme acuerdo.

REFLEXIONES DESPUÉS DE UN 7 DE AGOSTO

Lauren Galeano