En enero de 2019, en Brasil, un joven de 20 años asesinó a una mujer trans con quien tuvo relaciones sexuales. Sin arrepentirse, confesó el crimen confirmando que después de "descubrir" que la víctima "era un demonio", la asesinó, le abrió el pecho y le sacó el corazón; cubriendo la herida abierta en el pecho de la víctima con la imagen de un santo.
Las muertes violentas de personas LGBT son más que números. Responden muchas de estas al rechazo de algunos sectores de la sociedad, a formas de ser y amar distintas a la tradicional norma heterosexual, y hay un mensaje implícito en estas violencias: las personas LGBT deben ocultar su sexualidad e identidad a cambio de mantenerse con vida.
Los países incluídos en este informe son Colombia, México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Perú, Bolivia, República Dominicana y Paraguay.
Si bien algunos de estos países latinoamericanos, como Colombia o México, han tenido avances normativos en la lucha contra la discriminación y violencia, la realidad no es la misma en otros como Honduras, que cuenta con la tasa más alta de homicidios de personas LGBT en la región, o El Salvador, donde no existen entidades encargadas de poner en marcha políticas para la población LGBT a raíz del reciente cambio de Gobierno.
Entre la información obtenida por estas organizaciones, que en conjunto conforman la Red SInViolencia LGBTI, llaman la atención los patrones comunes de violencia en nuestros países: la mayoría de víctimas están entre los 18 y 25 años y fueron asesinadas principalmente durante los fines de semana; mientras que la mayoría de veces los cuerpos de los hombres gay son encontrados en sus domicilios con múltiples heridas de objetos cortopunzantes, los cuerpos de mujeres trans son encontrados en espacios públicos con alta evidencia de crueldad, y los ataques dirigidos a mujeres lesbianas, se dan en pareja, en espacios públicos y en su mayoría por personas conocidas.