Varios tenistas del estadio se
empinan por sobre las ocho décadas.
Juegan semanalmente, ninguno piensa
en el retiro y constituyen un verdadero
ejemplo para los deportistas más jóvenes.
P
ara algunos, los años son solo números, y para otros, la edad es
“un accesorio”… Cuando se les ve en la cancha, mejorando un
saque, contestando un servicio o corriendo a su ritmo hacia la
red, se confirman esas premisas. Con más de siete u ocho décadas sobre
los hombros, un grupo de tenistas del estadio no disminuyen su garra.
Son un verdadero ejemplo, y - sin duda- el tema pasa más por el espíritu
y las ganas, que por la salud y los achaques. amigos están aquí. Hay grupos diferentes, pero me considero
afortunado, ya que puedo participar en todos. No quiero parecer
vanidoso, pero me siento muy querido. Con la enfermedad de mi
hija (fueron 13 años de lucha), el tenis me mantuvo en pie y acá me
apoyaron muchísimo. Seguiré jugando hasta que el cuerpo no dé
más”, puntualiza Sibilla, a quien sus siete nietos y su bisnieta, le llenan
también la vida.
Domingo Sibilla –socio Nº 200- cumplió 81 años. Cuenta que empezó
su amistad con la raqueta a los 45, cuando dejó de lado el
básquetbol. “Ahí recién me metí en el tenis. Antes jugué
básquetbol en la Unión Española, en la Selección
Chilena… si tengo mi pedigree”, dice sonriendo
y algo orgulloso por sus logros. Luis Cueto es otro de los crack. Cumplió en febrero pasado 89 años
Para él, el tenis es más que un deporte.
“Me soluciona todos mis problemas. No
gasto en sicólogo. Es una gran terapia
y me mantiene activo. Cuando
amanezco y no me duele algo, me
asusto, porque a esta edad eso es
normal. Y me echo mis ungüentos
y mis pomadas, para las rodillas,
en fin. No estoy para el dominó
todavía”.
Trata de ir al estadio, habitualmente,
de martes a domingo. Aún no
internaliza que los lunes también
puede agendar un partido, “pero lo
empezaré a pensar”.
y se alista para celebrar en grande sus 90 el próximo verano.
Según él, partió tarde en el tenis, “siendo cuarentón”,
pero el deporte siempre había estado presente
en su vida. “Yo era mejor para el fútbol. De
cabro jugaba en los equipos de honor del
Hispano Americano”. Fue ahí cuando lo
tentaron para sumarse a la segunda
infantil de la U, pero prefirió seguir
peloteando en su club de barrio
en calle Copiapó. Más tarde
fue seleccionado universitario
cuando estudiaba medicina y
con los años derivó en el baby
fútbol.
“Cuando a los 40, las
gambetitas no me resultaban
como quería, me cambié al tenis
y no lo he dejado más. Acá, en el
estadio, soy el mayor de todos,
junto a Hugo Villanueva. Juego
los sábados y domingos, ahora con
un grupo más blandito, y a veces
también los martes y jueves. He recibido
diplomas al Mérito deportivo; Dilatada
y Ejemplar trayectoria; Compañerismo, etc.
Pero ninguno por alta calidad de juego o títulos
de campeón”, cuenta sonriente, destacando las virtudes
que le ha otorgado esta práctica deportiva: “muchos y buenos
amigos, además de humor, alegría, bromas y tallas”. Quizás por eso,
cree, algunos lo buscan para jugar, “sabiendo que no soy nada de
bueno, y hay muchos mejores, pero lo pasamos bien sanamente, y
eso es lo importante”, asegura este médico, quien ejerció durante 55
años la pediatría.
DOMINGO SIBILLA
Aunque tiene un partner –Fernando
Rodríguez, de 85 años, con quien juega todos
los sábados, durante una hora u hora y media-,
Domingo Sibilla acepta cualquier desafío, sin importar
la edad del contrincante. “Son pocos los octogenarios que
vamos quedando, así es que feliz de jugar con los más jóvenes, de 70 o de
60 años. Antes uno llegaba y siempre encontraba con quien jugar. Ahora
no, hay que venir armado. Yo juego para entretenerme. Me da lo mismo
el resultado, siempre que juegue bien. Si lo hago mal, quedo muy triste”.
Confiesa que en la Sección Tenis ha encontrado una familia. “Mis grandes