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La descripción

Juegos Olímpicos de 1968

Entre varios países nominados para este evento, México fue el elegido. 1968 un año que será muy recordado por la mayoría de los mexicanos contemporáneos a esa década que marcaron la historia de nuestro país, celebrado en la Ciudad de México, México, entre el 12 y el 27 de octubre de 1968, donde ahí fue la primera vez en que una mujer de 20 años encendía el pebetero olímpico.

México sería el primer país de habla Hispana y el segundo americano en organizar los Juegos. Las críticas llovieron continuamente sobre el Comité Olímpico Internacional, en particular por parte de los países industrializados. Estos no concebían que un país subdesarrollado tuviera la capacidad de organizar una Olimpiada. Por otra parte, los críticos deportivos denunciaban que la sede, estaba muy por encima del nivel del mar y sería imposible mejorar marcas mundiales. Las críticas llegaron de todos los lugares del mundo, se especuló que la altura podría poner en riesgo la vida de los deportistas y para lo cual México invitó a un número de atletas de diferentes países a realizar sus entrenamientos, desmintiendo los malos comentarios creados por los europeos.

Ese día, fue un hito, ya que miles de personas, se dieron cita en el Estadio Olímpico Universitario para presenciar la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, el público se estremeció cuando una fanfarria de cuarenta trompetas se escuchó, después el Himno Nacional Mexicano comenzó a entonarse. Un enorme globo de los cinco aros olímpicos comenzó a elevarse por las alturas hasta perderse en las montañas.

La bandera Olímpica fue izada con la pieza japonesa “Sakura”, al final de ésta, entró al estadio la bandera oficial bordada en seda, la cual estaba escoltada por cadetes de la Academia Naval Mexicana y provenía de las manos del alcalde de Tokio.

La joven, Enriqueta Basilio de Sotelo de 20 años de edad, medallista olímpica y atleta mexicana, la última relevo de la antorcha y la primera mujer en encender el pebetero, entró corriendo al estadio, recorrió la pista de atletismo, subió la alfombrada escalinata que la conducía hasta el pebetero en lo más alto de estadio, levantó la antorcha en medio de una ovación ensordecedora y la dirigió hacia los cuatro puntos cardinales en saludo a todo el mundo, para después encender el pebetero olímpico.