Este año el Deportivo volvió a tener que pasar el amargo trago de un descenso. Y volvió a sufrirlo en una última jornada agónica.
Pudo no haber agonía. Si la nefasta trayectoria que llevaba el equipo antes de la llegada de Fernando Vázquez se hubiera prolongado, el descenso se habría producido muchas jornadas antes del final de temporada.
El dolor que puede sentir un aficionado deportivista por el descenso no se ve mermado por el hecho de que a principios de marzo el equipo estuviera prácticamente desahuciado.
Luchó hasta el final, incluso dependiendo de sí mismo en el partido definitivo, pero acabó cayendo.
Y muchos se quedaron más fastidiados aún viendo como el ‘eterno rival’ era el que se quedaba con la plaza que todos los deportivistas ansiaban.
Una Real Sociedad grandiosa esa temporada culminó en Riazor su excepcional campeonato confirmando su cuarto puesto y su clasificación para la Liga de Campeones del siguiente curso.
Atrás quedaron la derrota en Valladolid, la derrota en Málaga, los pinchazos en Riazor, que obligaron al Deportivo a jugársela en el último encuentro.
Equipo ascensor, ahora sí.
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