Revista de viajes Magellan Octubre 2017 | Page 30

Poblado tradicional en la Guinée Forestière si no hubiera entendido la explicación de Daïmou.
–¿ Cuál es su misión? – repitió en un tono un poco más autoritario en la voz.
Todo ese día había sido un suplicio de controles. Hasta diez en poco menos de cuatrocientos kilómetros. Quizá eran tan frecuentes ahí porque estábamos cerca de las fronteras liberiana y marfileña, o simplemente porque el atentado contra el Presidente Dadis Camara era muy reciente y aún estaban buscando al presunto asesino, Aboubacar Sidiki Diakité, su aide-de-camp, que se había fugado y parecía haberse vuelto invisible gracias a algún grisgris de propiedades mágicas. Sea cual fuera la razón, el camino había estado plagado de estos controles militares. Éste, con el documento que ahora teníamos, debería ser más fácil de cruzar.
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– Venimos a subir el Monte Nimba. Aquí está el permiso – repitió Daïmou, alargándole el papel que nos habían firmado.
El militar lo leyó del derecho y del revés. Estuvo pensando un buen rato en si podía reclamarnos algo más, como habían hecho todos los demás, pero debió pensar que no merecía la pena intentarlo y nos devolvió los papeles para dejarnos pasar. Mientras poníamos en marcha el coche, vimos que se volvía a tumbar en la hamaca.
Media hora después respiramos aliviados pero muy cansados cuando descubrimos que el pequeño pueblo de casas de paredes de adobe y techos de palma al que habíamos llegado era Sibadata, nuestro destino final.
Aquí era donde teníamos que encontrar a Gono, el guía que nos podría conducir a la