Revista de viajes Magellan Magellan Nº41 | Page 36

la victoria sobre el calor y sobre mi estómago con la merecida recompensa de una cerveza helada y unos camarones con arroz y pataco- nes servidos en una hamaca del mirador de Subida Alta. La isla Puná me proporciona algunas pos- tales de las que uno enseña orgulloso a un buen amigo cuando vuelve a casa: playas enormes sin más alma que la de uno mismo, cabañas de madera con palmeras, mangla- res verdes al lado del mar y aves marinas que merodean a mi alrededor. Idílico? Si, en parte sí, pero también debo mencionar un elemento que aunque no aparece en las pos- tales, no se puede obviar: el plástico. Miles y miles de plásticos en la playa, en los arbustos que colindan los caminos, en las casas, corra- les, vallas y en un sinfín de sitios más. Una pena. Aún así la visita cumple con creces mis expectativas, pues uno tiene allí aquella sen- sación tan agradable a la vez que ingenua de estar descubriendo un terreno inexplorado. Y llego al fin de mi viaje, 5 días en la des- embocadura del Guayas que me han servido para entender un poco la vida de los distintos tipos de pescadores que habitan y trabajan en estas ricas aguas, y que me han llevado a valorar de manera distinta esta región del país. Mi recomendación: si buscáis autentici- dad en un viaje y disponéis de tiempo, dedi- cad dos o tres días a conocer esta zona en lugar de las turísticas Salinas o Montañita, si lográis conectar con el espíritu de sus gentes lo disfrutareis y recordareis para siempre. v Isla Puná. Cerdos en la playa con Subida Alta al fondo 36