revista de pensamiento crítico y reconocimiento. | Page 64

de prestarse ventilación emocional, a los mayores, pues existe el riesgo de suicidio o de no desear vivir desde la desesperanza o el sentimiento de desconexión. Y qué decir de los dolientes que han perdido a algún ser querido y que han de posponer el velatorio, el funeral, los necesarios ritos de despedida.

Ante hechos traumáticos como el 11-M, clínicamente hemos apreciado el estrés postraumático que ha afectado a muchas personas. Piénsese en la generalización ahora del sufrimiento, además no tenemos un culpable, el virus no tiene conciencia, no dispone de ética, no nos sirve de chivo expiatorio.

En esta sociedad de hipermovilidad, e interdependencia, la enfermedad es global, y sotto voce, hay quien plantea si para la gestión eficaz de calamidades globales como las pandemias es más eficaz la democracia o las dictaduras.

Vivimos una situación no experimentada, veamos qué tipo de conocimiento nace de la misma. Ya antes de esta crisis general percibíamos que la amenaza medioambiental es real, y es que el ser humano maltrata a la naturaleza, pareciera esta pandemia la respuesta airada del ecosistema de la Tierra, ante tanta insolencia e ingratitud.

Partimos de un tiempo anestesiado, envueltos de una sensación onírica, y una ensoñación, gustaríamos de una serenidad compartida, pero es un espejismo, pues no son pocas las personas que ya se preguntan: ¿cómo sobreviviré?

La disyuntiva será entre individualismo y colectivismo, y nos cabe recordar que la polis en la Grecia Clásica tiene un fin, el bien común.

Estamos afrontando anticipadamente una cuestión existencial: la muerte. Y otra que nos dignifica, la búsqueda de la mejora de nuestra especie humana, de la belleza, la cultura, la justicia, la libertad, la solidaridad.

Veremos si en el futuro, ponemos en práctica, lo que ya sabíamos en el pasado. – que la vida debe llenarse de sentido y concebir, apreciar, que es lo que merece la pena.

Quizás la Historia no nos sirva para predecir el futuro, pero sí para imaginar nuevos pero mejores destinos alternativos, donde la economía no precise de un crecimiento continuo e indefinido que nos abisma de forma temeraria a una orgía de consumo que está alterando quizás de forma irreversible el equilibrio ecológico de nuestro planeta.

La psicología ha demostrado que nos rigen las emociones, nuestra lógica no es de algoritmos, es social.

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