Recordemos, que como especie, no tenemos gran memoria. Al menos observemos lo que nos dice la Naturaleza cuando por obligación nos estamos quietos, apreciemos nuestra generalizada indiferencia hacia el planeta.
Precisamos activar la resiliencia social, ante una pérdida colectiva, un sufrimiento atroz al sentir que se está perdiendo una generación.
No tenemos el control, sentimos que la normalidad ha quebrado, pero no hemos de perder la esperanza.
¿Y cómo será el día después?, anticipemos el pulso de la tragedia, la devastación del mercado laboral, un posible darwinismo social.
Hemos de elegir la actitud, optar por ser la mejor persona que podamos ser. Es tiempo para tomar decisiones entre la vigilancia totalitaria, y el empoderamiento ciudadano; entre el aislamiento nacionalista, versus la solidaridad global.
Ante esta situación de irrealidad, ante un peligro que no se ve, nos cabe reinventarnos como sociedad, desde la capacidad para cultivar la inteligencia crítica, planteándonos cuestionamientos desde una mente que en alguna medida es libre.
Este es un test de resiliencia del mundo, donde se instalan el desasosiego y la incertidumbre.
En esta atmósfera en la que pareciera se hubiera parado el tiempo, quizás intuimos el misterio de la vida, ahora que habitamos los espacios interiores, que percibimos que el enfermo global es el mundo, nos preguntamos si aprenderemos las enseñanzas de tan penetrante crisis.
Constatamos que las fronteras, y las decisiones de los Estados, en gran medida han caducado, que los problemas, los retos universales, cual pandemias desbordan la capacidad y la legitimidad de los Estados – Nación.
Esperamos salir de este coma industrial, y salir del aislamiento, que dará paso al duelo, a la difícil desactivación de los estados de ansiedad, el riesgo de adicciones aumenta, las pérdidas de control, también. La incontrolabilidad y la indefensión deviene en sintomatología, que puede aparecer una vez terminada la cuarentena.
Desde la comunicación de crisis se ha emitido y continuadamente mensajes de desolación, quedarán asunciones de culpa, o atribuciones de culpa, pues para la inmensa mayoría, defender el derecho a la vida de los más mayores, es éticamente esencial, irrenunciable.
Son muchas las disonancias cognitivas que afloran desde un crujido inaudible.
Bien está aceptar la realidad, tal y como es, pero ha de evitarse que las agobiantes preocupaciones se cronifiquen, que el miedo y la angustia se normalicen.
Habremos de estar atentos a las conductas de evitación y compulsión. También habrá
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