revista de pensamiento crítico y reconocimiento. | Page 62

El de la Naturaleza, el de la Humanidad.

No sabemos lo que vendrá mañana, como no supimos que el futuro era esto, nadie imaginó ver las ciudades del mundo vacías.

Ahora que entendemos lo frágil que es estar vivos, en esta vivencia de naufragio colectivo, pensemos.

Nuestras certezas y aun creencias han sido radicalmente zarandeadas, reevaluemos.

Todo será un legado, es la Humanidad, la razón de ser de los Derechos Humanos. Protejamos el futuro de tan singular especie. Y es que el planeta Tierra es ya de hecho una unidad en lo científico, lo económico, lo legal, lo geopolítico. Sí es esta tierna, soberbia y vulnerable especie la que sabe cooperar en favor de los “otros”, aun no siendo de los “nuestros”.

La historia del futuro está por escribirse, y desde luego son muchas las opciones, dado que somos seres eminentemente sociales, es mucho lo que ha de aportar la psicología de la población.

Desde la responsabilidad sumativa individual, valoremos la respuesta que ha de ser colectiva, y algo nos enseña la Historia.

Tenemos ante nosotros un desafío, redescubrimos el tiempo y el espacio, redefinimos el concepto de la vida, revalorizamos la importancia de los vínculos, del sentido de pertenencia, de reciprocidad.

Hemos vivido con una ingenua ilusión de control, estamos descubriendo la proximidad social desde las nuevas tecnologías y apreciando que el tiempo sin un objetivo específico que generalmente lo llenan las denominadas actividades productivas pierde en gran medida su valor.

Tenemos tiempo para dormir y descansar, para leer, escribir, para imaginar un orden que nos transmita seguridad. Tiempo para el contacto con nuestros afectos, para entablar relaciones humanas en la distancia. Sí, tiempo para muchos aprendizajes sociales.

En esta vida en suspenso, apreciamos que vale más lo que es de todos, y si pensamos en nuestra psicohistoria, apreciaremos que han sido las religiones universales, los imperios, y el dinero los que han conformado el mundo que conocemos, constructos psicológicos que nos han conducido a sistemas universales como el tan manido dinero que basado en lo esencial, es decir la confianza, no conoce de fronteras, nacionalismos, orientaciones e identidades sexuales, edades, culturas, ni religiones.

La confianza mutua, también en el futuro, es desde ahí que la economía y entidades bancarias pueden proyectarse y progresar.

Es claro que no podemos controlarlo todo, aunque hagamos todo por controlarlo, asumamos el vivir con incertidumbre, soportándola sin caer en la perenne ansiedad. Habremos de trabajar la aceptación.

El miedo es muy peligroso, un mal compañero. Peligroso para uno mismo y para los demás, recordemos que somos civilizados, pero animales y la continuada información de dolor y sufrimiento genera pánico existencial, y es ahí desde la obediencia debida, donde el individuo, la colectividad, obedecemos de un día para otro, donde somos capaces de anteponer la seguridad a la libertad.

Preguntémonos y no de forma retórica, en nombre de la seguridad: ¿podríamos poner en riesgo los valores de la democracia? Y aun más: ¿podría una parte importante de la población acostumbrarse/adaptarse al confinamiento como opción?

Esta etapa es de muerte tangible, muy proclive a las argumentadas hipótesis de conspiracionismo. Hemos atisbado en nuestro ser, en nuestro cerebro, el apocalipsis, aunque sea suave, pues los edificios, las estructuras se mantienen.

"Tenemos ante nosotros un desafío, redescubrimos el tiempo y el espacio, redefinimos el concepto de la vida,..."

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