Siempre imagino que si una persona, en el momento antes de morir tuviera la lucidez para echar la vista atrás y visualizar su vida como en una película, con la capacidad de modificar escenas, sería interesante ver qué tipo de pasajes de su vida cambiaría. Estoy segura de que muchos tendrían que ver con relaciones personales y con la forma de haber abordado algunos conflictos. ¿Qué cambiaríamos de nuestro pasado si pudiéramos? ¿Qué episodios de nuestra vida nos gustaría haber gestionado de otra manera? Tal vez, es mucho más eficaz construir futuribles situándonos en el futuro, imaginando cómo lo deseamos a partir de ahora. Y ahora, ¿qué?
Los mediadores y mediadoras profesionales utilizamos lo que llamamos “la pregunta del futuro”, que resulta muy eficaz a la hora de conseguir que una persona enfadada con otra, con un cerebro en “modo hostil” –es decir, en modo “defensa-ataque”- sea capaz de enfocar en las consecuencias de su actitud y se haga responsable de su toma de decisiones. Ese proceso mental, le ayuda a que su toma de decisiones sea menos reactiva y más inteligente: “Cuando tengas 10 años más, ¿qué crees que te gustaría haber decidido hoy sobre este tema”? Plantearse la respuesta y contestar a esta pregunta les ayuda a pensar tomando distancia de esa hostilidad que han alimentado… y a situarse en las consecuencias de sus decisiones y por tanto, en una actitud más responsable.
Cuando los estímulos externos –la incertidumbre, los cambios, el encierro…- son percibidos por nuestro cerebro como “amenazantes”, nuestra famosa “amígdala” se activa y genera emociones negativas -miedo, ira, frustración, inseguridad-. Las emociones son mecanismos de protección. Desde hace millones de años han ayudado al ser humano en su supervivencia. Aunque el cerebro humano ha evolucionado y la corteza prefrontal posibilita nuestro razonamiento, las emociones siguen ahí y juegan un papel fundamental en nuestro pensamiento, nuestro aprendizaje y toma de decisiones.
razonamiento, las emociones siguen ahí y juegan un papel fundamental en nuestro pensamiento, nuestro aprendizaje y toma de decisiones. Por eso, es muy importante que aprendamos a gestionarlas en positivo. Si no las gestionamos a tiempo, nuestro cerebro entra en “modo hostil” –defensa-ataque- Es un cerebro reactivo, no inteligente; las respuestas que da tampoco lo son. Por eso, la respuesta que damos a veces a nuestras tensiones… ¡sentimos que se nos va de las manos; no podemos controlarla!… Y nos sentimos inundados por nuestro enfado, ira, miedo, celos, rabia… Eso es señal de que mi famosa amígdala “ha tomado el mando”: mi cerebro está en modo reactivo, con mi capacidad de razonamiento “secuestrada” (según nos explica Goleman en su famoso libro “Inteligencia Emocional”).
¿Qué puedo hacer para cambiar a un “modo inteligente”?: GESTIONAR MIS EMOCIONES. ¿Y cómo? Con tres pasos:
1- Identificando qué siento
2- Analizando por qué; qué es lo que me afecta tanto y por qué
3- Tomando decisiones: dando respuestas con estrategias inteligentes, ajustadas a la situación.
Lo ideal es entrenar en automatizar estos tres pasos para que habitualmente mi cerebro esté en modo inteligente y no en modo reactivo, automático. Con el entrenamiento, todo es mucho más fácil.
IIII. ¿Cómo queremos ser y vivir después de esta pandemia?
32