Revista de Comunidades Educativas 127 Revista de Comunidades Educativas De La Salle 127 | Page 57

Comunidades educativas Escuela en Pastoral Lo hemos leído y escuchado cada año: el tiempo litúrgico del Adviento nos invita a es- perar. Se trata de una espera gozosa desde la fe que nos asegura que nuestro Salvador ven- drá a encontrarse con nosotros, con nuestras vidas tan humanas cuya categoría común es la fragilidad. El Adviento culmina con el tiempo litúrgico de la Navidad, al significar la realización de las promesas de Dios, cuyo advenimiento en su Hijo Jesucristo es un acto de amor excelso, pues en el misterio de su gestación y nacimiento, viene a cada uno de nosotros, hace un acto de solidaridad con nuestra debilidad. En efecto, la Navidad es un signo muy elocuente de compasión; Dios se hace hombre asumiendo toda nuestra realidad humana, excepto la tendencia que tenemos a la satisfacción egoísta y desorde- nada de los sentidos humanos, propiciando un camino de pecado. Así pues, la Navidad es la fiesta de la humanización de Dios, cuya encarnación por medio de su Hijo, al asumir cada elemento de nuestra naturaleza huma- na, inaugura una nueva perspectiva de salva- ción. El amor humanizado en la encarnación del Hijo, nos abre las puertas de una nue- va relación con Dios, ya no supuesta, desde la creencia de la salvación a partir de obras buenas para satisfacer a Dios y listo. Es algo más serio y profundo. La salvación de la vida desde la apertura del hombre al misterio del amor divino que ha de llegar a nosotros y que, al humanizarse, toca cada zona comple- ja y difícil de la vida humana y que, en mu- chísimas ocasiones, nos acina a la desilusión. Se trata de puro amor. Para entenderlo mejor: en el Adviento me en- cuentro esperando con fe, la visita de Dios a mi vida tan lastimada y débil, tan ofuscada y confundida por mis egoísmos y desórdenes. Espero ilusionadamente y con entusiasmo que, en la Navidad, Dios se encuentre conmi- go para abrazar mi vida tal como es, experi- mentando con ello su acción solidaria que me hace saber que, a pesar de mis desvaríos, yo soy su hijo infinitamente amado: “Éste es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacen- cia” (Mt 3,17). Sin embargo, esperar ya no es costumbre, so- mos una generación desesperada. Somos im- pacientes, porque hemos seguido la corriente de una generación vertiginosa, cuya intensi- dad exige que los resultados sean inmedia- tos, sin tregua alguna. Exigimos respuestas, resultados; no aceptamos demoras y como consecuencia, la aniquilación de la esperan- za. ¿Estaremos preparados debidamente para esperar a Dios?, ¿le exigiremos inmediatez para que realice su obra de salvación?, ¿cuán- tas veces nos hemos incomodado con Dios por sus “omisiones” o “lentitud” ante mis necesidades? (¿o necedades?). Estamos ante una cuestión grave. El Adviento propone en su discurso la vivencia de la esperanza; sin embargo, nos hemos acostumbrado a sus signos litúrgicos (corona de adviento, cantos propios, celebración de la posada, etc.) que pareciera con ello, su falta de impacto en la conciencia y en la voluntad de los fieles. ¿Ten- drá el Adviento, ahora, en la actualidad, el poder de sembrar esperanza en una sociedad impaciente y desesperada?; ¿el discurso del Adviento será escuchado por una sociedad entretenida, distraída e incluso, hipnotizada por las redes sociales y las tendencias digita- les?; ¿cuál debe ser el método pedagógico a utilizar para que el Adviento sea elocuente y que nuestras comunidades educativas vivan provechosamente cada uno de sus signos y convertirnos como lasallistas, en testigos de la esperanza? Recomiendo las siguientes prácticas que pue- den ayudar a erradicar las tendencias actua- les a incurrir en la impaciencia, desespera- ción, distracción o hipnosis provocada por la cultura digital. Recupera la satisfacción. Se perciben serios problemas de insatisfac- ción ante lo que se tiene y lo que se vive. Me parece que estamos inmersos en una socie- dad insatisfecha que busca erradicar tal si- tuación por medio de la inmediatez en las complacencias materialistas, consumistas y de ensimismamiento digital. Tendríamos 55