18 años
Amadeo Tornasol.
Como sombra que soy (no sombra, ángel,
¡ángel de la verdad desconsolada!)
he recogido trozos de memoria
que en el silencio cantan.
Son imágenes, voces indistintas,
gestos que se revelan majestuosos,
o máscaras que marchan.
¿Cómo decir que fueron,
si el tiempo es un instante que es eterno?
Tengo dieciocho años, y no entiendo
cómo los años pasan.
De pronto era un infante y hoy soy otro,
aunque me viera el mismo cada día.
A veces siento un terror divino
cuando en mi mente estallan los relámpagos:
El olor de mi casa que no existe,
la risa de mi padre que está muerto,
unos rostros fantasmas,
un paisaje sin nombre,
un beso…
¿A dónde fueron todas? ¿Dónde están
aquellas formas vívidas que arden,
que han llenado mi cuerpo de señales?
Me duele la memoria y se derrama
y baja por mi carne, luego llega
a un innito océano sin nombre.
Estoy despierto, antes no lo estuve.
Nunca la vida fue sino el sopor
donde gota tras gota resonaba
el tiempo en su clepsidra.
Oíd torvo gentío de la tierra,
ved este cuerpo solo
de cuya espalda brota la simiente
del laurel (que se hará dos alas tristes).
Pronto seré un pájaro rampante,
veré los edicios desde arriba,
el viento me será como nepente,
y yo seré una hoja tan tranquila.