El muro de rosas
Gloria de los Angeles Bennetts Carlock.
En un amanecer helado, una princesa hermosa se encontraba observando, miraba su libertad
coartada por un gran muro de espinas, en el que escandalosas rosas rojas se burlaban de ella
por su indenido encarcelamiento. Su mayor anhelo era poder salir de aquel lugar. Días y
noches era eso en lo único que ella pasaba, deseaba que el camino truncado, se abriera y la
llevara directo a la felicidad.
Por más extraño que parezca el enorme y hermoso castillo hecho de oro, plata y cantera
verde no lograban retener su espíritu insaciable de afecto y emoción.
Pocas veces el castillo abría sus puertas al jardín de los silbidos, en esos momentos la princesa
salía corriendo de felicidad a platicar con los pocos árboles que aún tenían vida. Los arboles
silbaban melodías y el viento era el que se encargaba de llevárselos; cuando la princesa los
miraba de frente, se daba cuenta que tenían un rostro triste que se revelaba marcado en sus
troncos; al darse cuenta que eran observados enseguida ngían sonrisas, secando sus lágrimas
con hojas teñidas de otoño, mismas que colgaban de sus extenuadas ramas.
La princesa emprendió una caminata y su curiosidad la aproximó a una fuente; increíble fue su
descubrimiento al intentar ver su rostro, hacia bastante tiempo de no verse, las pocas facciones
que distinguió no eran nada parecidas a como ella se recordaba. Sin explicación alguna,
extrañas mariposas brillantes salieron de los arboles alumbrando el tenebroso camino que aún
le faltaba por recorrer.
La noche se hizo larga y el cielo estrellado se nubló a tal dimensión que todo punto brillante
estaba sepultado. Las mariposas fueron muriendo una tras otra, quedando un ambiente
profundamente negro como un agujero sin n; en ese instante la princesa completamente
ciega y con la única luz que la esperanza le daba siguió adelante.
Su vestido a base de tela de seda con terciopelo y nos bordados multicolores la hacían lucir
tan bella, a no ser por sus ojos caídos que hablaban de tristeza. De pronto un extraño fenómeno
apareció para iluminar su destino, un arcoíris neón alumbro nuevamente su camino y frente a
ella mostró el muro de rosas. Nunca había estado tan cerca, así que asomó su vista intentando
ver al otro lado, cuando se percató de una pequeña salida sus ojos se abrieron de alegría y su
corazón palpitó con osadía; aproximó sus suaves manos, pero antes de que estos tocaran el
viento de la libertad, un hombre asomó la vista haciendo que la princesa retrocediera de forma
inmediata.
El hombre sin pensar en nada, metió su brazo para tocar los labios resecos color carmesí de
la princesa. El muro de rosas que estaba hecho de espinas losas, cortaron la carne de su
brazo y la sangre que escurría formó capullos. La insistencia del desconocido para acercarse,
logró asustarla tanto como para correr despavorida de regreso al castillo.