Revista Casapalabras N° 36 Casapalabras N° 36 | Page 80
Juan Villoro
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l 16 de marzo de 2015 mu-
rió Miguel Donoso Pareja,
el escritor ecuatoriano que
vivió exiliado en México y enten-
dió la literatura con la desbordada
generosidad de quien concede a los
textos ajenos más importancia que
a los propios.
Recibí la noticia de su falleci-
miento en Italia, en casa de Bea-
trice del Monti, viuda del escritor
Gregor von Rezzori (cuya novela
Memorias de un antisemita traduje
al español). La baronesa Del Mon-
ti brinda hospedaje a autores para
que, durante un mes o un mes y
medio, se dediquen a su obra sin
otro compromiso que asistir a las
cenas donde la anfitriona cuenta
anécdotas inolvidables de sus tiem-
pos como galerista en Milán o edi-
tora de reportajes para Vanity Fair.
Bruce Chatwin escribió un texto
bastante conocido sobre su estan-
cia en ese oasis de la Toscana y,
más específicamente, sobre la torre
del siglo XIV que cada año recibe
a nuevos inquilinos. El viaje tenía
para mí algo excesivo. Quizá a cau-
sa de las represivas enseñanzas del
Colegio Alemán, no he podido cu-
rarme de la superstición de que los
auténticos logros proceden del do-
lor y el sufrimiento. Pasar un mes a
cuarenta minutos de Florencia, en
compañía del poeta escocés Robin
Robertson, José Aníbal Campos (el
más eminente traductor de Rezzo-
ri), y la simpatiquísima baronesa,
dedicado a escribir y a probar gui-
sos de jabalí, representaba para mí
un inmerecido paraíso.
Pero el clima se encargó de de-
mostrar que incluso en ese paisaje
poblado de ermitas y cipreses que
parecen posar para un pintor re-
nacentista, ocurren terribles sobre-
saltos. El día anterior a mi llegada,
una tormenta de viento arrancó in-
mensos árboles de raíz y convirtió
la región en una zona difícilmente
transitable; el bosque semejaba un
jardín mancillado por un cíclope.
Comenzaba a reponerme de esa
extrañeza cuando supe que Miguel
Donoso Pareja había muerto. Una
vez más entendí que por más aus-
piciosas que sean las circunstancias,
nada te aparta de tu origen. Y para
mí, Donoso Pareja representa el co-
mienzo de todas las cosas. Mi apar-
tado mes en la campiña italiana se
convirtió en un diálogo fantasmal
con mi primer maestro.
Lo conocí en 1972, en el piso
10 de la Torre de Rectoría de la
UNAM. Cada miércoles, a eso de
las siete de la noche, se vaciaban
las oficinas de Difusión Cultural
y sólo quedaba encendida una de
esas lámparas que dan más pena
que luz y suelen aparecer en los