Revista Casapalabras N° 36 Casapalabras N° 36 | Page 67
cuento
la refrigeradora, sobre todo algo
que le haya cocinado Li, su ma-
dre, la noche anterior. Va a clases
de francés en un centro cultural
chino-francés. Sale a caminar bas-
tante, come poco e imagina mucho.
Mira el cielo gris de París y cree
que es un burro obeso que sufre de
estreñimiento. que no reniegan. Les pagues lo que
les pagues siempre dirán gracias.
Los distintos colores de los euros
brillan ante sus ojos rasgados de
igual forma. Creen que ellos no se
inmutan por nada, solo viven para
trabajar.
’ ’ ’ Shui descubrió que su nombre
significa agua. Se imaginó que ella
era parte de toda el agua del mun-
do. La gran parte de nuestro pla-
neta. Agua que fluye y que da vida.
Agua que baja por la garganta y que
refresca y agua oscura que botan los
cuerpos sucios de los cadáveres en
estado de descomposición. Shui es
una niña curiosa que le gusta leer
mucho y que le gusta escribir.
En Francia, ya conociendo la
lengua, leyó un libro que le gustó
mucho, se llama El sabotaje amo-
roso, de Amélie Nothomb, una es-
critora francesa que nació en Kobe
( Japón) pero que vive en Bruselas.
Por eso se compró un diario y a ve-
ces escribe lo que se le pasa por la
mente. Se llama a sí misma: la niña
del agua, la niña que fluye por la
naturaleza, la niña líquido, la niña
invisible. Li, la madre de Shui, sale
a trabajar en un mercado de víve-
res por el centro de París. Por lo
general se marcha de la casa a eso
de las ocho de la mañana. Shui va
a clases de francés en un centro
cultural chino-francés que queda
a tres estaciones de metro de su
casa. Entra a las 10:00 de la ma-
ñana y sale a las 14:00. A ese cen-
tro cultural, que es realmente una
casa okupa que se han tomado a la
fuerza un grupo de chinos y fran-
ceses.
Cambiar de país fue como cam-
biar de planeta. Li sentía que el aire
era distinto. La ciudad que tenía
al frente era París, miles de kiló-
metros luz de su ciudad natal y de
su país opresor. Siente pena por las
personas que quiere, en especial de
Li es la madre de Shui. Tiene
52 años. Vive hace algunos años en
París. Decidió irse de China porque
la vida en su país era difícil. Había
demasiada opresión y limitaciones.
No puedes llevar una vida libre. El
gobierno de China te fiscaliza todo
el tiempo, te prohíben tener los hi-
jos que quieras, limitan tu salario,
pagas muchos impuestos, no pue-
des elegir lo mejor para ti, allá vives
observado. En China trabajaba en
un mercado de frutas, no ganaba
mucho, pero le alcanzaba para vivir.
Para pagar el arriendo, la comida y
los gastos básicos de Shui. Las co-
sas se pusieron cuesta abajo: cerra-
ron el mercado de frutas, se quedó
sin trabajo estable, tuvo que hacer
de todo para sobrevivir, hasta que
decidió irse de su país y viajar a Pa-
rís. Le costó encontrar trabajo por-
que no tenía papeles y no hablaba
el idioma. Solo se limitaba a mover
la cabeza y decir gracias.
En París, al principio, pasó mu-
cho frío y hambre. El dinero que
recibía por el trabajo era limitado.
Li aprendió hablar francés, con
dificultades pero lo aprendió. Su
niña era muy pequeña y pudo en-
señarle una parte de la lengua para
que se pueda proteger y para que
más grande se pueda defender sola.
Pudo tener sus papeles de residen-
cia pero es dura la competencia y
para los franceses, todos los chinos
y las chinas son lo mismo. Piensan
que son gente trabajadora que les
puede quitar el trabajo, robots que
no se cansan, que hablan poco y
’ ’ ’
sus pocos familiares que viven allá y
ella acá. Se le inundan de agua los
ojos, se humedecen, ruedan lágri-
mas como si cayeran gotas de ella,
pedazos de piel o algo tal vez más
íntimo, más de adentro, algo que es
invisible y que yace el fondo de no-
sotros y que no tiene nombre y que
el lenguaje que es insuficiente no se
atreve a nombrar.
’ ’ ’
Li trabaja ocho horas en París
pero solo en papel, a veces se ex-
tiende la jornada a diez o doce ho-
ras. Siempre tiene frío, siente que
la piel se le hiela, es así desde niña,
de nacimiento. Nunca fue muy
amiga del frío. Alguna vez leyó que
el miedo nace en la boca del estó-
mago y por eso las personas sufren
de muchos dolores estomacales y
de frío. Miedos no identificados ni
tratados. Teme por ella y por su hija
Shui. Se parte el lomo con tal de no
perder el trabajo. Esa es su mayor
gastritis de frío.
Shui desayuna un pan tostado y
alguna fruta, especialmente una ba-
nana o una manzana (su fruta favo-
rita), toma el metro y llega al centro
cultural que como sabemos es una
casa okupa, una casa donde viven
chinos y franceses. Cada uno vive
en su espacio pero casi siempre hay
discusiones y peleas. El choque de
culturas es evidente. Los chinos son
ordenados, temáticos, rígidos y los
franceses, lo contrario, beben todo
el tiempo, fuman marihuana, se ro-
ban la comida e incluso se ponen la
ropa de los demás, esto origina dis-
cusiones interminables pero igual
viven todos juntos, no tienen otra
opción.
Shui lleva un cuaderno y varios
bolígrafos y escribe todo el tiempo
lo que le enseña Dominique, un
profesor jubilado de un colegio fis-
cal. A Dominique le gusta escribir
poemas y los compartía en clases.
Shui siempre le prestaba mucha
65