Revista Caracter 2 - 2014 Vol. 2 | Page 133

atajo ha sido ya recorrido. En la América Latina actual, el dólar ya se utiliza para contabilizar y pagar al menos los siguientes rubros: la totalidad de la deuda externa; más de las nueve décimas partes de las reservas en divisas; más de las cuatro quintas partes del comercio con el exterior; alrededor del 85 por ciento de las inversiones externas; y, casi todos los contratos mercantiles y financieros de largo plazo. Desde luego, adoptar el dólar como dinero propio -aunque solo sea temporalmente- generaría varios costos, algunos de los cuales han sido bastante publicitados. Por ejemplo, la pérdida de soberanía en el manejo de la polí- tica monetaria y cambiaria; la imposibilidad de devaluar para subsidiar al exportador, para neutralizar ciclos o para reactivar la producción; la desaparición de las rentas del gobierno generadas en su facultad de conceder crédito y emitir dinero; el deterioro en la capacidad de controlar las tasas de interés; y, el ocaso del Banco Central en su fun- ción de prestamista doméstico. Sin embargo, esos costos temporales tenderían a desaparecer una vez que el atajo haya sido recorrido y pueda sustituirse el dólar con el peso latino -siguiendo el proceso que se detalla en el libro Amé- rica Latina entre sombras y luces (Alfredo Vergara), cuyo capítulo 11 ha sido transcrito en estas líneas- para pasar a cosechar los siguientes beneficios: la generación de mer- cados de capitales que ya no tendrán que ser forzosamente mercados externos; los depósitos en los bancos domésticos que mantendrán su valor aún en tiempo de crisis; la tasa de interés que dejará de competir con la inflación y con la devaluación, lo cual evitará el permanente deterioro del ahorro y de sueldos y salarios; el mayor ahorro doméstico que ya podrá financiar los proyectos de inversión regional - 141 -