de todos, siempre lo han tenido...
(Friedman 25)
Pero entre esos dos extremos -Ia moneda respaldada
solo por el trabajo y la moneda respaldada solo por la con-
fianza- subsiste el hecho también cierto de que, si la econo-
mía de un país no es lo suficientemente grande, su moneda
no puede respaldar las transacciones que se efectúen un
poco más allá de los estrechos límites de sus fronteras. y
esa es una condición que, hoy por hoy, ningún país latinoa-
mericano puede cumplir.
Con respecto a la segunda alternativa -la asociación
comercial- Latinoamérica ha realizado varios esfuerzos
desde los años 50 para tratar de crear algún mecanismo de
integración o de libre comercio. Sin embargo todos esos
intentos -comenzando con la ya venerable ALALC y, por
ahora, terminando con la ALBA - han fracasado.
Entonces, parecería que solo la tercera alternativa
-la de crear o compartir una moneda común- aún perma-
nece abierta para América Latina. Sin embargo, para crear
una moneda común, sería necesario que los países latinoa-
mericanos logren derribar una serie de barreras -conven-
cionales unas, artificiales otras- gratuitamente levantadas
entre ellos y, adicionalmente, que logren construir el esce-
nario de unidad que un Peso Latino requeriría para poder
transitar libremente.
Visualizar cuáles son esas barreras y cual ese esce-
nario, requiere rememorar la semilla que dio luz a las dos
principales monedas que hoy tiene el Siglo XXI: el Euro y
el Dólar.
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