Revista Cantera CANTERA 9 | Page 7

tura atraviesan un proceso que acumula modificaciones, y cuyos cambios—en un mundo cada vez más interconecta- do— promueven y extienden la necesidad de “derribar mu- ros”  . Es claro, sin embargo, que esta retórica de la demoli- ción no sólo se refiere a los muros materiales, concisos, vale decir, a las formas, sino que más bien apunta a la estructura entera. Una estructura que puede entenderse como la ma- nera de organizar nuestro plano. Es decir, los muros no detie- nen por detener, no existen sólo para suspender la admisión y privar el acceso de muchos. Son eso, pero también son, y ante todo, muros que estructuran el paisaje. De tal modo, reposar nuestro modelo de organiza- ción en ‘muros’ es ignorar lecciones del pasado. Las ruinas del Muro de Berlín, del Muro de Adriano, o los vestigios de la Gran Muralla China, nos demuestran que estas estruc- turas son proyectos fallidos. En su lugar, habría que refor- mar —válgame la redundancia—la forma de vestir nuestros paisajes. El caso de la frontera de Brasil con Uruguay, cuyo territorio liminal estuvo en guerra, es un claro ejemplo de ello, pues hoy es proclamada como la “frontera de la paz”  . Sin embargo, no quisiera caer en el error de trocar muros por fronteras. Secciones de el Elogio de las fronteras de Régis Debray es, pese a sus maniobras conservadoras, un recordatorio del equívoco intercambio que normalizamos. Bibliografía Santos, Milton. Espaço e método. São Paulo: Nobel, 1985. Los muros, como mencioné an- teriormente, no están únicamen- te deteniendo el “desborde de la nación”, sino que existen den- tro de nuestra propia unidad. En- tonces, este cambio estructural debe comprender más allá de los muros materiales donde las naciones se (des)encuentren, y abarcar también —y con tre- menda urgencia—los espacios públicos urbanos. Así, en cada edificación, en todo mural, en cada espacio amurallado, en todo ello, vale preguntarse ¿a quiénes dejamos fuera? Recapitulando, tenemos dos cuestiones que bifurcan el panorama de los ‘muros’: la for- ma como vestimenta de una función y la estructura como un eje del que todo lo demás se sostiene. Por ello, modificar la forma y función es intervenir en la estructura que previene su co- lapso. Entonces, no se trata de derrumbar lo que los muros sos- tienen, sino un eco de revés que nos permita transformar aquello que sostiene los muros. Es de ahí, precisamente, donde nace este texto. Preguntarnos qué sostienen los muros hoy nos permitirá nombrar aquellas estructuras cimen- tadas. Dicho de otra manera, lograremos apuntar hacia aquellos organismos que los muros necesitan para levantarse. Sin ellos, las estructuras devendrán porosas y los muros perderán en su función su más íntegra forma corpórea. Sin embargo, en toda esta discusión resta una pregunta: ¿cómo lograrlo? Es decir, ¿qué intervenciones, de cualquier estir- pe, son necesarias para el bautismo de dichas estructuras? Dar atención a los ‘muros’— en el arte, en los medios y en este mismo ensayo— nos acerca a un debate que quizás nos lleve a imaginar nuevas formas de estructurar, pero que al mismo tiempo presagia una peligrosa erosión donde las fuerzas del mercado capitalizan la propia concepción de ellos. ¿Será que la demandada discusión sobre los muros eleve su propia oferta? ¿O quizás nos incline a un diálogo del sensacionalismo? Cuestionar el papel de la crítica es una tarea en la que todos debemos participar, y es una cuestión que, si bien parece desinteresada, su silencio nos heredará rupes- tres formas de edificar el mundo. Adrián Ríos 4 Por ejemplo, en los últimos años podemos verlo reflejado en varios movimientos sociales y artísticos a través de la Unión Europea, así como en acontecimientos extendidos en la frontera México-Estados Unidos. 5 En esta frontera, por ejemplo, la Guerra de Cisplatina, o Guerra del Brasil, (1825-1828) fue el inicio armado de una disputa territorial que se alzó en cuatro ocasiones y cuyo fin llegó con la construcción de puentes y parques binacionales entre ambos países. 7