REVISTA CANDÁS EN LA MEMORIA - Numero 8 Abril 2019 REVISTA NUMERO 8 CANDÁS EN LA MEMORIA | Page 27

Sobre el cuadro de Luís Gutierrez Tudela ballenas, que se realizaba desde pequeñas torres ubicadas en lugares y promontorios estratégi- cos con amplia visión de la costa, denomina- das genéricamente atalayas. Esta misión estaba encomendada a los talayeros, que se encargaban de otear el horizonte marino y avisar de la pres- encia de ballenas mediante humaredas y otras señales. Así en la mayoría de los puertos asturianos una parte era para el arrendador del puerto y de la ac- tividad, generalmente el Ayuntamiento respectivo, aunque en otras ocasiones eran las jurisdicciones señoriales quienes ejercían estos privilegios. Otra parte sustancial solía ser para la Iglesia, bien para la fábrica parroquial, el cabildo catedralicio o para el sostenimiento de algunas cofradías religiosas vinculadas a la marinería local. Para la parte más La costera de ballenas en Asturias se desarrolla- importante la llevaban los arrendatarios o em- ba durante la época invernal,fundamentalmente presarios que explotaban su captura y posterior entre los meses de noviembre y febrero. Avistada comercialización (en la mayoría de los contratos la ballena, y tras la señal convenida, salían del conocidos se trataba de comerciantes y armadores puerto en varias embarcaciones provistas de los de procedencia guipuzcoana). Éstos eran los que instrumentos y útiles necesarios para proced- repartían, mediante quiñones con los miembros er a su captura y muerte, tales como arpones, de las compañías participantes en el lance, las can- estachas, lanzas y sangraderas, que en el argot tidades asignadas con anterioridad. Entre estos ballenero formaban la parte del “armazón”. Estas últimos gozaban de privilegios los tripulantes lanchas, denominadas según las épocas pinaz- de la primera chalupa que había logrado herir al as, chalupas, esquifes... estaban tripuladas por cetáceo y en especial el primer freidor o arponero, entre seis y ocho hombres que manejaban los que recibía además de su sueldo una aleta de la remos e intentaban aproximarse lo más posible ballena capturada y tenía la potestad de designar al cetáceo. Entonces entraba en escena la figura las lanchas que ayudarían en las posteriores tare- del arponero, sin duda el más importante de to- as, con lo cual también participaban en el reparto dos los que participaban en el lance, pues de su de beneficios, al igual que los pescadores ancianos destreza dependía en gran medida el éxito de la y enfermos y las viudas de los que con anteriori- empresa. Éste, desde la proa de la embarcación, dad habían tomado parte en las capturas. lanzaba su largo arpón de hierro con el que hería al animal. Tras este primer arponazo, la ballena quedaba unida a la lancha por medio de Escrito de Cuco Fernández una larga estacha o cuerda de cáñamo ensartada al arpón, entonces muy enfurecida, intentaba escapar sumergiéndose bajo el agua, pero cuan- do volvía salir a la superficie desde el resto de las embarcaciones le clavaban más arpones para debilitarla, sobre todo las denominadas san- Avante Luanco graderas, produciéndose grandes heridas hasta lograr desangrarla y matarla. El final de la captura- Muerta la ballena, era remolcada hasta el puer- to de origen, en donde se remataba en pública subasta ante la presencia del escribano y de los representantes de las instituciones que partic- ipaban en el reparto, que estaba convenido de antemano según las costumbres de cada puerto 27