Revista Calderón Revista 2017-18 | Page 24

Como aquella tarde que me llevó a conocer La Pampa argentina. A través de sus palabras me pareció ver esa inmensa planicie similar a un lago de hierba con sus grandes rebaños de vacas y ovejas, con sus nobles y rudos gauchos. He de confesar que se me hizo la boca agua literalmente cuando me contó cómo había degustado (imaginariamente) un auténtico asado argentino. O como casi se me erizaron los pelos de frío, tal era la precisión y entusiasmo que ponía en su relato al hablarme del libro sobre la Antártida, me parecía poder ver a los simpáticos pingüinos y a los imponentes leones marinos. Confieso que lo que me ocurría era algo impensable para mí, yo había leído algún libro, pocos la verdad, y la mayoría obligado por las lecturas escolares. Y jamás hubiera creído que pondría esa actividad, la lectura, por delante de las que hasta ese momento habían ocupado totalmente mi ocio. Así que fue realmente sorprendente la primera tarde que, voluntariamente, apagué la consola para bajar al parque a ver si veía a Laura leyendo en su banco. Un día le pregunté a Laura por qué prefería los libros de naturaleza a los de ciencia ficción, a lo que ella respondió que no había encontrado ninguna invención que superase a la maravilla que era la naturaleza en todo su esplendor. Y me convenció. ¡Cómo no iba a convencerme! Con la sed y el calor abrasador que pasamos esa tarde en el desierto australiano, la verdad es que nos costó un montón poder llegar a un bosque de eucaliptos bajo cuya reparadora sombra pudimos refrescarnos mientras contemplábamos a los simpáticos koalas, si hasta me pareció que un grupo de canguros saltaba junto a nuestro banco. Tal era el realismo que las lecturas de Laura me hacían sentir. Vaya miedo que pasamos estando en la misma boca del cráter del volcán Krakatoa en plena erupción cuando las páginas de su libro nos llevaron a Indonesia. Aún me queda la duda de si ese olorcillo a goma quemada provenía del contacto de mis deportivas con la lava que descendía por el volcán formando auténticos ríos incandescentes o posiblemente fue producto de mi imaginación O lo bien que lo pasamos cuando unos amigos Masai nos llevaron a conocer los rincones del Serengueti, ¡que espectáculo! esos inmensos grupos de miles y miles de animales reunidos en la sabana, todos ellos bajo la mirada del majestuoso león. Estos viajes literarios continuaron sucediéndose hasta el principio de mi etapa universitaria en la que Laura, por motivos laborales de sus padres, tuvo que trasladarse a otra ciudad. Eso sí, me dejo un recuerdo imborrable. Este es un pequeño relato de como mi amiga Laura me transmitió su amor por los libros y la naturaleza. Amor que yo he conservado hasta nuestros días y he intentado contagiar de “rareza” a cuantas personas he tenido ocasión. Ojalá que algún día seamos un planeta de.... “raros”. FIN Daniel Muñiz Zurrunero (4ºA) PREMIO: PRIMER PREMIO 24