Instituto Superior Marista (A-730)
Aula Magna - Nº 10
Testimonio desde el paraje
La Costa 1°
Una experiencia que grabé
en mi corazón
Mi nombre es Felicitas Saraví. Estoy cursando el
primer año de estudios del profesorado para el
Nivel Inicial en el Instituto Superior Marista (Colegio
Champagnat). La propuesta de ir a esta Misión fue
para mí como un regalo caído del cielo. ¡Era el año,
el momento justo para ir! No siempre tenemos la
posibilidad de «salirnos» de nuestros quehaceres,
debido a cuestiones de trabajo y demás. En fin, así
lo quiso Dios y ya habrá oportunidad para otros que
quieran hacer esta experiencia formidable.
Los meses iban pasando y el mes de agosto se
nos venía encima. Pero encomendando la tarea
que nos correspondía a Dios, todo fue posible para
el grupo misionero. Miedo y ansiedad eran dos
sentimientos que no me dejaban tranquila. Pero
todo cambió (y sabía que iba a suceder) cuando
llegamos a Icaño, localidad que se encuentra al sur
de Santiago del Estero. Llegamos en la madrugada
del domingo 20 de agosto, hacia las 5.30 hs, no
lo recuerdo con precisión, aunque sí no puedo
olvidar la deslumbrante luna en el cielo que se
desplegaba ante nuestros ojos. Allí también estaba
Adrián, un amigo del lugar, que nos esperaba para
darnos una cálida bienvenida. Nos reunimos con
nuestras cosas en el salón parroquial de la Iglesia
del pueblo; allí encontramos otras cosas que
habíamos mandado días anteriores por camión.
A media mañana, después de participar de la
misa y de comunicarnos con los feligreses que
se nos acercaban a saludarnos, nos dirigimos a
nuestros lugares de destino, cada uno junto a su
«comunidad», nombre utilizado para designar a
cada grupo de Misioneros que se habían repartido
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En mi caso, en mi grupo o «comunidad», estuve
con seis grandes personas, cada una de ellas muy
valiosa y especial. Estas personas son: Ana María
(Any), Romina, Daniela, Hna. Alejandra, María del
Carmen y Claudio. Nuestro destino fue la Escuela
Nº 442 en el paraje La Costa 1ª. ¡Fue una semana
increíble! Los docentes habían preparado un aula
para nosotros, donde dormíamos y dejábamos
nuestros objetos personales durante todo el día. La
apertura hacia nosotros de parte de los docentes y
directivos fue muy satisfactoria. Lo mismo sucedió
con los chicos, sus padres y demás lugareños. Fue
el primer año que iba el grupo misionero marista
a trabajar en la escuela y se notó que les gustó
mucho, porque ellos necesitaban que se los tuviera
en cuenta.
Por la mañana esperábamos a que los chicos
llegaran a la escuela para