ISMA - Instituto Superior Marista A-730
Aula Magna Nº 17
2.- EL GENIO FEMENINO, SEGÚN EL PAPA FRANCISCO - * Por Ignacio Pérez del Viso, SJ
En la reciente Exhortación Apostólica,
El gozo del Evangelio, el papa Francisco
se ocupa de diversos desa•os que se
nos presentan hoy, en el espíritu de
la nueva evangelización. Uno de ellos
es el de la misión de los laicos, en
par•cular de las mujeres. Así como en
la sociedad hay infinidad de secretarias
pero pocas ejecu•vas, de modo similar
en la Iglesia. Son nuestras excelentes
colaboradoras, pero el •món de la nave
no lo soltamos con facilidad. A veces
las dejamos •monear un rato, en un
mar tranquilo, para que vean que no
las excluimos, que no somos machistas.
Pero no podemos disimular nuestro
uniforme de capitán.
Las Naciones Unidas dieron un salto olímpico cuando proclamaron los Derechos Humanos, en 1948. Fue un 10 de diciembre, por
lo cual adoptamos esa fecha para nuestros recambios presidenciales. La Iglesia aprobó ese paso, primero con cierta discreción,
pero después Juan XXIII asumió plenamente el ideal de los Derechos Humanos en la encíclica Pacem in terris, Paz en la •erra, de
1963. Los Derechos Humanos exis•eron siempre, pero un reconocimiento tan universal y solemne fue realizado recién al concluir la
Segunda Guerra Mundial, al ver las violaciones salvajes realizadas durante esos años. Y aquella Declaración fue el punto de par•da,
el germen de una serie de declaraciones par•culares que desarrollaron diversos aspectos, como los derechos del niño, de la mujer,
del migrante, del discapacitado, etc.
Era rela•vamente fácil ponerse de acuerdo en lo más general, es decir que todos tenemos derecho a un trato digno, pero no tanto
al entrar en casos par•culares. Los derechos del niño, ¿cuándo comienzan? Para algunos, cuando nacen; para otros al tercer mes
de gestación, cuando está formado el sistema nervioso central y se percibe el primer la•do. Para otros desde la gestación, ya que
entonces poseen el ADN completo. Algunos retrasan ese comienzo un par de semanas, hasta que el óvulo fecundado se implante
en el seno materno. Y cuando los derechos del niño entran en conflicto con los derechos de su madre, ¿cuál prevalece?
Todas estas cues•ones nos obligan a un conocimiento cien•fico cada vez más preciso del proceso y sobre todo a una reflexión sobre
la dignidad de la persona. No pocos intelectuales consideran que en el seno materno hay “vida humana”, pero se resisten a hablar
de “persona”. Para nosotros, somos persona desde que Dios nos llama a la existencia, desde el primer momento, y no sólo desde
que nos desarrollamos bastante y comenzamos a la•r. Percibimos el la•do de Dios en el seno materno, antes de los tres meses.
Cuando la Virgen se encontró con su parienta Isabel, ambas profe•zaron, inspiradas por sus pequeños bebés, aún por nacer. Y del
corazón de María, lleno del perfume del Espíritu Santo, nació el Magníficat, canto que expresa la alegría de Dios, la alegría de toda
la humanidad. Por algo este documento del papa se •tula la “alegría” del Evangelio. Esa es la mejor predicación, llevar la sonrisa de
Dios a uno que duerme en la calle o a un chico abandonado. San Marcelino Champagnat vivió esta verdad y dedicó a ello su vida,
con los Hermanos maristas, que •enen un corazón de mamá.
Los derechos de la mujer
No cabe duda que los derechos de la mujer eran ignorados, violados o marginados, tanto en la sociedad como en la Iglesia.
Juan Pablo II, al comenzar el Tercer Milenio, pidió perdón por varias faltas come•das durante el Segundo Milenio, en el área de
la religión, entre ellas la marginación de la mujer. Es fácil arrepen•rse de algo mal hecho, pero no tanto encontrar el modo de
rec•ficar el rumbo. Para lograr esto, se iniciaron los movimientos feministas en todo el mundo, pero con filoso•as diferentes. En
unos casos, con filoso•as humanistas, inspiradas muchas en la religión. En otros casos, en ideologías des-humanizadoras, como la
que propicia la libre disposición del propio cuerpo. Con este eufemismo, se le atribuye a la mujer un supuesto derecho a disponer
de “lo” que se está gestando en su vientre, como un órgano que podría ser eliminado para beneficio de ella.
Al hablar del “genio” femenino y no de la “u•lidad” para beneficio de una mujer, el papa se ubica en las filoso•as humanistas. Pero
aún en esta hermosa orientación, se presentan situaciones delicadas, como el hecho de que solo hombres sean ordenados para el
sacerdocio en la Iglesia católica. Francisco nos aclara que el término “jerarquía”, u•lizado para los obispos, no significa que estén
más arriba que los no ordenados, sean hombres o mujeres. Porque siempre que hablamos de un “orden jerárquico” nos referimos
a niveles superiores e inferiores, como en el ejército, en el gobierno, en el mundo cien•fico. Pero en la Iglesia no es así. Los obispos
y los presbíteros, sus colaboradores, no están “por encima” de los demás. Viven vocaciones al servicio de la comunidad. Las
mamás, acompañadas por los papás, son el modelo del estar al servicio de los demás, en par•cular de los más débiles, como los
niños antes de nacer. Tan débiles que no pueden protestar. En realidad, gracias a la ciencia hemos descubierto cómo protestan e
intentan evitar el taladro que les perforará la cabeza, para “facilitar” el aborto.
En la Iglesia se dan tres funciones, que ella heredó de Jesús mismo, las de pastorear, enseñar y san•ficar. Y en las tres debemos
descubrir el genio femenino, ya que la Iglesia es la esposa de Cristo y madre nuestra. Es Madre y Maestra, Mater et Magistra, como
se •tula otra encíclica de Juan XXIII, de 1961. Y respetemos ese orden, primero como Madre y luego como Maestra. Los que no la
perciben como madre de los afligidos, no la reconocerán como maestra. Su enseñanza, más que “académica”, con rigor cien•fico,
es “familiar”, como los consejos que una mamá da a su hijo. A veces se pone pesada, repi•endo siempre lo mismo, pero el hijo no
se enfada por eso. Si alguna vez las enseñanzas de la Iglesia nos parecen pesadas y repe•das, no nos enfademos. Otras veces la
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