-Vi a una persona.
-Dale, Lu, no digas cualquier cosa, -dijo Martina.
-En serio, chicas, es verdad.
-A ver, vamos -dijo Milagros.
Subimos, entramos a mi habitación, y no había nadie.
-Ves no había nadie -dijo Martina.
-Pero, yo lo vi.
-Jajaja, vamos a limpiar -dijo Candela.
Nos pusimos a limpiar el lado de afuera de la casa, no pudimos sacar todo pero algo pudimos desarmar.
Dos días después eran las 3:33 de la madruga (según cuenta la leyenda, a partir de las 12 de la noche hasta las 3 de la madrugada, el Diablo, almas en pena, brujas y demonios merodean en la noche) me desperté con mucha sed, me senté en la cama, me puse mis pantuflas, salí de mi cuarto y bajé las escaleras hacia las cocina. Era verano pero hacía mucho frío y me pareció raro, fui a la heladera, me serví un vaso de agua, en ese momento escuché que mi mamá me llamaba.
-Soy yo, ma, vine a tomar agua.
Ella no me contesto, le volví a decir.
-¿Escuchaste, ma?, soy yo.
Y ella seguía sin responder. Me dirigí hacia su cuarto, abrí la puerta y le dije:
-Mamá, ¿me oíste que te dije que era yo que estaba tomando agua?
Ella entre dormida me contestó:
-¿Qué?, ¿qué me decís?, no te entiendo, hija.
-Que si oíste que era yo la que tomaba agua, vos me llamaste y yo te contesté.
-No, hija, yo nunca te llamé, te habrá parecido a vos, andá a descansar que mañana tenés que ir al colegio.
-¿Segura que no me hablaste, mamá? Yo escuché que me llamabas.
-No, Lu, yo no te llamé, andá a dormir que lo habrás imaginado.
Cerré la puesta de la habitación, fui a mi cuarto. Mientras subía las escaleras se sentía olor a flores, entré a mi habitación, apagué el velador, quise dormir y no podía, mis ojos parecían no estar cansados, sentí frío, me di vuelta para taparme y sentí que me miraban. Asustada fijé los ojos en la ventana, solo veía el mover de las hojas, miré hacia la televisión y justo en el rincón vi una figura esbelta de traje negro, su rostro no se veía, sólo sus manos acercándose hacia mí. Yo sin poder emitir sonido, ni moverme, rogué que se fuera, sentía su respiración y mi corazón latía muy fuerte, parecía que se me iba a salir de mi cuerpo, yo sentía que él estaba ahí, tomé coraje y pregunté.
-¿Quién sos?
-Un ángel -contestó.
-Co… cómo un ángel? -tartamudeé.
-Sí, un ángel.
-Pero ¿por qué te vestís de negro? -pregunté mientras me destapaba para verlo
de cerca-. ¿Los ángeles no se visten de blanco?
-No todos -me contestó-. Algunos somos especiales.
Y pude ver su rostro: era pálido, una nariz normal, pero sus ojos eran grandes y negros, y su sonrisa me llamó la atención porque tenía demasiados dientes y acercándose más me dijo:
-Tu nombre es Luciana, tenés 15 años, estás en tercer año de secundaria y tenés pocos
amigos. Entonces pregunté:
-¿Cómo sabés tantas cosas de mí?
El sólo me miraba y sonreía, volví a preguntarle y seguía sin contestarme, me mataba el
silencio. De repente me levanté de la cama y corrí para llegar a la pieza de mis padres,
ninguna puerta me era conocida, la casa no era mi casa, puertas extrañas, pasillos, escaleras.
Grité pidiendo auxilio mientras corría. De repente apareció él y me atacó agarrándome del brazo pero logré escaparme. Él me seguía por la casa, tropecé y caí, sentí cómo sus garras me arrancaban el brazo, yo me sacudía, él quería matarme. En ese momento, cuando una garra presiona mi pecho a través del pijama, grité y desperté con mi mamá diciéndome.
-Tranquila, hija, es sólo un sueño.
Llorando le conté a mamá lo que había pasado y ella me dijo que me calmara y volviera a dormir. Le hice caso y dormí. Al otro día, al despertarme, sentía en mi brazo un ardor, al mirarme al espejo miré las marcas que tenía, temblando comprendí que no había sido un sueño…
¿FIN?