CARRERA DE FELINOS
Una vez al año, todos los felinos del mundo se re-
únen en la sabana africana para definir quién es el
más rápido de todos. En todas las ediciones ante-
riores siempre se ha repetido el mismo resultado.
El Guepardo, con su marca de cien kilómetros por
hora, ha hecho morder el polvo a los otros felinos,
como el Tigre, la Pantera o el Leopardo.
Para la próxima carrera, dos felinos nativos del
Perú, el Puma como corredor y el Otorongo como
su preparador físico, se propusieron a ganar como
sea. Aparte de la maca en el guiso de vizcacha,
se entrenaron en los nevados de los Andes, en la
espesura del Amazonas, en las dunas del desierto.
El día de la carrera y a espaldas del León —el
Juez de la competencia por ser el más justo de los
felinos—, el Otorongo había decidido utilizar una
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triquiñuela para ayudar a su discípulo. Cuando
los maullidos de los gatos monteses anunciaron la
partida, todos los participantes se echaron a co-
rrer y rápido el Guepardo les sacó a todos varios
cuerpos de ventaja. Parecía que una vez más iba a
ganar, pero de repente apareció en su camino un
fantasma, un felino venido de la nada, conocido
como Smilodon. “¡No puede ser, tú te extinguiste
hace trece mil años!”, exclamó el Guepardo, para-
lizado por el terror. El Puma aprovechó y corrió
hacia la meta, llegó primero y derrotó al Guepardo
después de mucho-mucho tiempo.
Nunca se supo que el Smilodon —más conocido
como 'Diente de Sable'— había sido una pro-
yección, un holograma, ideado por el Otorongo,
orgulloso de que por primera vez el trofeo se fuera
para el Perú. Mi colegio tiene un bus igualito a los