COSTUMBRES
ESPARTANAS
Cargado de gloria tras derrotar a los atenienses en batalla, el rey Aneles
regresó a Esparta con el deseo de conocer a su único hijo que había naci-
do en su ausencia. Ingresó a la recámara real y la decepción se le hundió
hondo, como espada del enemigo, al descubrir lo deforme y espantosa
que era la criatura que su esposa Samira llevaba en brazos.
La mujer, con lágrimas de madre, le suplicó que no le hiciera daño, que
no lo entregara al concejo de sabios que, como es su costumbre, lo con-
denaría arrojándolo desde lo alto del Monte Taigeto, convirtiéndose en
bocado de buitres. El rey decidió no matarlo pero ordenó encerrarlo en
las mazmorras del palacio, donde la criatura, a la que llamaron Daniles,
creció y se volvió más abominable.
Aneles murió y al no tener más herederos fue Daniles coronado rey y
con él comenzó la decadencia de Esparta, no porque fuera débil y mal-
formado, sino porque creció sin saber lo que era el amor y la buena
educación.
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