ZOZO
el aspirante
Disgustados de verse siempre
contemplados, la niña y los demás
niños se acercaron a la ventana del
niño observador y le arrojaron pie-
dras, trayéndose abajo los cristales.
Sin conmoverse por las lágrimas,
la niña con tan buena puntería le
arrojó un pedazo de ladrillo que
le impactó de lleno en la cara y el
niño nunca más los volvió a mirar.
a Demonio
Pasaron los años y los niños crecie-
ron. Tema de sus conversaciones
era recurrente la ventana abando-
nada y el niño que antes se aso-
maba. El secreto de su timidez lo
comprendió la niña, ahora enfer-
mera de un albergue, cuando vio a
ese niño ahora crecido en una silla
de ruedas. Había quedado mudo y
paralítico en un accidente en el que
sus padres habían muerto y había
quedado tuerto por un ladrillazo
que le cayó en el ojo.
Todas las tardes, la enfermera saca a
su paciente a la calle para escuchar
a los niños jugar y bailar. Sonríe a
pesar que ya no los puede mirar.
No todos los demonios son demonios. Hay quienes pretenden
serlo pero todavía no reciben tan maléfico reconocimiento.
Zozo es un ente maligno que lleva muchos años esperando
a que le den su título oficial. Su primera aparición data de
1815, en Francia, cuando se metió al cuerpo de una mucha-
cha a la que hizo levitar y botar líquidos viscosos por todos
sus orificios. A la fecha ha endemoniado a muchos incau-
tos, creyentes de que el juego de la ouija es inofensivo, pero
sus maestros evaluadores como Satanás y Belcebú conside-
ran que sus posesiones demoníacas no son suficientes y con
cualquier excusa lo hacen repetir los cursos demoníacos una
y otra vez. Los ‘profes’ del Infierno son muy malos con Zozo.
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