REVISTA 74 LHBGCP | Page 68

MISCELÁNEA rojos que eran de cajón y que nuestro viejo disfrutaba.  Compramos la fruta que se vendía en carretilla, la leche que se expendía en porongos y el pan francés grande de 10 Cvs. y el chico de 5 Ctvs. de harina blanquísima, el tolete, el pinganillo, el de cebada que se vendían en canastas. Crecimos leyendo las novelas de Marcial La Fuente Estefanía y viendo las “coboyadas” que se proyectaban en los salones de la Iglesia de San José en Jesús María o los cines de barrio: Odeón, Lux, Metropolitan, Beverly, Olimpo, Huascar, Azul, Mariátegui,Colina, Barranco, Ritz, Fantasía, Monumental, Hollywood, Ideal, Pacífico, Avenida, Badell, Bellavista o Sáenz Peña, en cuyos “balcones” nos reuníamos para molestar a los de “platea”, o el Breña que no tenía balcón sino “delantero”. Era lo más satánico que hacía una “banda” o grupo de amigos. También el día domingo íbamos al cine pero a lateral o platea según el bolsillo, para hacer nuestros pininos de Don Juanes.  Años en los que si algo se arreglaba a las “trompadas”, se terminaba con un fuerte apretón de manos y mayor respeto por el rival. La mayoría de veces, nuestros mejores amigos llegaron a ser con quienes nos dimos más duro.  Crecimos en la época en que se respetaba más a las damas y los ancianos, a quienes se les cedía el asiento en los vehículos de transporte masivo y el cobrador solo dejaba subir la misma cantidad de pasajeros que bajaban; tiempo en el que no existían las hoy llamadas “combis asesinas”.  Somos de aquellos que aplacaron la sed con un “Pibe”, un “Buen Humor”, un Skimo de fresa y cuando había plata una caja de bombones o un Alaska, una “Cremolada” o raspadilla, o los “chupetes” o “adoquines”, de diferentes sabores que vendían las vecinas y los helados de “Taormina” o “Parisi”.  Endulzábamos el paladar con una “Melcocha” o un “Turrón”, no el de Doña Pepa, sino el que vendía en la calle nuestro esperado “turronero” al igual que el “zanguito”, la mazamorra morada del “Chalaquito”... En la puerta del colegio llegaba un carre- 68 tillero a ofrecernos los turrones rojos, los de gusanitos o los voladores todos con una miel roja y pegajosa y las bombas rellenas de crema pastelera. Nos “empujábamos” los deliciosos panes con chicharrón y camote en el Mercado del Callao y deliciosos escabeches en el “Chimbombo” de Buenos Aires, y si queríamos comer bien rico, nos íbamos al Chifa “Chung Wha” arriba del mercado o al “Se salió el Pollo” de Chucuito con su inigualable ají, también cuando conseguíamos algo de dinero íbamos al Tip Top de la Av. Arenales por el helado de máquina o el Zambito cubierto de chocolate,y cuando se podía el salchipapas. Vimos a la abuela lavar con “boliche” y “añil” y más tarde con “Ace”, producto que se presentaba como: “Ace lavando, yo descansando”.  dernos, simplemente había que arrancar la hoja y empezar nuevamente y si insistíamos en cometer errores, teníamos que escribir cientos de veces, sacando punta a los lápices una y otra vez: “No debo ... “, etc., etc.  Una de las “armas”, que se nos hubiese ocurrido llevar a la escuela era una “liga” para lanzar pequeños papelitos exactamente cuadrados, los que enrollábamos y doblábamos por la mitad, para lanzarlos como proyectiles, contra desprevenidos compañeros. Lo más mortífero, era apenas una “honda” o la olvidada “horqueta”.  Y no somos viejos; no sentimos serlo en lo más mínimo, pues creemos que en lo “añejo” de los años que hoy llevamos a cuestas, todavía está el reflejo de aquella bella juventud que nos tocara disfrutar.  “Coca-Cola” era “la pausa que refresca”, bebida que competía con la “Pasteurima” , “Bidú” y “Kola Inglesa”. A quien no le endilgaron el aceite de Hígado de Bacalao, sin olvidar los purgantes (para lavar el estómago). Crecimos viendo a los mayores peinarse con “Glostora” y olorearse con los perfumes que expendían por onzas de colores violetas, verdes, rojos, vendedores que caminaban con una maletita por todo Lima y Callao, pregonándolo. Recuerdan los vendedores ambulantes de un desodorante de la repitiendo..... lander americano... lander americano..... chocando los frascos? Igual nos sentimos tan niños como cualquier otro infante, cuando en un momento emotivo, desearíamos tener la presencia y el consejo de un padre que se nos adelantó en el camino.  Saboreábamos “Revolución Caliente”, aquellas que hacían “rechinar los dientes”; las “Humitas” que vendían simpáticas morenas, luego de un zimbreante “malambo” o “festejo” en plena pista, el vendedor de empanadas que llevaba en dos enormes canastas una en cada brazo.  Mañana, nos llevaremos todos esos gratos recuerdos y diremos, como también dijeran todas las generaciones que nos precedieron:   A estas alturas de la vida, en la que uno comienza a comparar todo, a cuestionarse todo, yo ahora no puedo decir que si todo tiempo pasado fue mejor o no, y no lo puedo decir porque no me interesa, solo me interesa el saber que traté, que hice mi mejor esfuerzo por vivir cada instante, cada experiencia de vida, sin limitaciones más que las de la ética, la estética, la moral, los valores de lo bueno y de lo malo. Por eso ahora no le temo a la muerte, porque todo lo que he hecho lo hice de corazón y siempre tratando de ser mejor y solo me preocupa el dejar de vivir. Lo que papá o mamá decían, era orden, disciplina y no se nos ocurría siquiera responder insolentemente.  No había idea de que la marca de una ropa o “ropa de marca”, nos pudiera hacer competir con nuestros compañeros, salvo los blue jeans con los que los pitucos del barrio usaban Lee y nosotros los nacionales.  Todo era diferente. No nos aceptaban borrones en los c