• Volvimos por la tarde a ver al paciente . Su estado seguía siendo el mismo . Discutimos un rato sobre la conveniencia y posibilidad de despertarlo , pero poco nos costó llegar a la conclusión de que nada bueno se conseguiría con eso . Resultaba evidente que hasta ahora , la muerte ( o eso que de costumbre se denomina muerte ) había sido detenida por el proceso hipnótico . Parecía claro que , si despertábamos a Valdemar , lo único que lograríamos seria su inmediato o , por lo menos , su rápido fallecimiento .
• Desde este momento hasta fines de la semana pasada -vale decir , casi siete meses- continuamos acudiendo diariamente a casa de Valdemar , acompañados una y otra vez por médicos y otros amigos . Durante todo este tiempo el hipnotizado se mantuvo exactamente como lo he descrito . Los enfermeros le atendían continuamente .
• Por fin , el viernes pasado resolvimos hacer el experimento de despertarlo , o tratar de despertarlo : probablemente el lamentable resultado del mismo es el que ha dado lugar a tanta discusión en los círculos privados y a una opinión pública que no puedo dejar de considerar como injustificada .
• A efectos de librar del trance hipnótico al paciente , acudí a los pases habituales . De entrada resultaron infructuosos . La primera indicación de un retorno a la vida lo proporcionó el descenso parcial del iris . Como detalle notable se observó que este descenso de la pupila iba acompañado de un abundante flujo de icor amarillento , procedente de debajo de los párpados , que despedía un olor penetrante y fétido . Alguien me sugirió que tratara de influir sobre el brazo del paciente , como al comienzo . Lo intenté , sin resultado . Entonces el doctor F … expresó su deseo de que interrogara al paciente . Así lo hice , con las siguientes palabras :
• -Señor Valdemar … ¿ puede explicarnos lo que siente y lo que desea ?
• Instantáneamente reaparecieron los círculos hécticos en las mejillas ; la lengua tembló , o , mejor dicho , rodó violentamente en la boca ( aunque las mandíbulas y los labios siguieron rígidos como antes ), y entonces resonó aquella horrenda voz que he tratado ya de describir :
• - ¡ Por amor de Dios … pronto … pronto … hágame dormir … o despiérteme … pronto … despiérteme ! ¡ Le digo que estoy muerto !
• Perdí por completo la serenidad y , durante un momento , me quedé sin saber qué hacer . Por fin , intenté calmar otra vez al paciente , pero al fracasar , debido a la total suspensión de la voluntad , cambié el procedimiento y luché con todas mis fuerzas para despertarlo . Pronto me di cuenta de que lo lograría , o , por lo menos , así me lo imaginé ; y estoy seguro de que todos los asistentes se hallaban preparados para ver despertar al paciente .