Recibí el billete media hora después de escrito, y quince minutos más tarde estaba en el dormitorio del
moribundo. No le había visto en los últimos diez días y me aterró la espantosa alteración que se había
producido en tan breve intervalo. Su rostro tenía un color plomizo, no había el menor brillo en los ojos y,
tan terrible era su delgadez, que la piel se había abierto en los pómulos. Expectoraba continuamente y el
pulso era casi imperceptible. Conservaba no obstante una notable claridad mental, y cierta fuerza. Me
habló con toda claridad, tomó algunos calmantes sin ayuda ajena y, en el momento de entrar en su
habitación, le encontré escribiendo unas notas en una libreta. Se mantenía sentado en el lecho con ayuda
de varias almohadas, y estaban a su lado los doctores D… y E..
Luego de estrechar la mano de Valdemar, llevé aparte a los médicos y les pedí que me explicaran
detalladamente el estado del enfermo. Desde hacía dieciocho meses, el pulmón izquierdo se hallaba en
un estado semióseo o cartilaginoso, y, como es natural, no funcionaba en absoluto. En su porción superior
el pulmón derecho aparecía parcialmente osificado, mientras la inferior era tan sólo una masa de
tubérculos purulentos que se confundían unos con otros. Existían varias dilatadas perforaciones y en un
punto se había producido una adherencia permanente a las costillas. Todos estos fenómenos del lóbulo
derecho eran de fecha reciente; la osificación se había operado con insólita rapidez, ya que un mes antes
no existían señales de la misma y la adherencia sólo había sido comprobable en los últimos tres días.
Aparte de la tuberculosis los médicos sospechaban un aneurisma de la aorta, pero los síntomas de
osificación volvían sumamente difícil un diagnóstico. Ambos facultativos opinaban que Valdemar moriría
hacia la medianoche del día siguiente (un domingo). Eran ahora las siete de la tarde del sábado.
Al abandonar la cabecera del moribundo para conversar conmigo, los doctores D… y F… se habían
despedido definitivamente de él. No era su intención volver a verle, pero, a mi pedido, convinieron en
examinar al paciente a las diez de la noche del día siguiente.