REFORMA EDUCATIVA | Page 55

La contrarreforma educativa, la ley y el orden Clinton, Bush Jr. y Obama, se impuso el vocabulario de quienes combaten en el mercado por la mayor ganancia. Un lenguaje empresarial corporativo con eje en la productividad, la competitividad, la excelencia, la calidad, la rendición de cuentas. Ergo, la rivalidad como nuevo paradigma en detrimento de la cooperación. El egoísmo en vez de la fraternidad. La propuesta del orden dominante fue y es formar personas egoístas en disputa permanente por puestos de trabajo, sin otra recompensa que el dinero. Con una idea subyacente: el retorno al destino (ley natural) o la liquidación de la sociedad por la sociedad misma (Horst Kurnitzky). Entonces como ahora había que liberar al comercio y a la industria de la tutela y control del Estado. Desregulación y laissez faire fueron las palabras mágicas para una competencia sin obstáculos legales. En ese contexto, el argumento central de las políticas educativas neoliberales fue que los grandes sistemas escolares eran ineficientes, inequitativos y sus productos de baja calidad. La educación pública había “fracasado” y emergió en las universidades y la enseñanza básica y media un discurso funcionalista cargado de atributos técnicos y de un lenguaje organizacional, y medidas que impulsaban la descentralización y la privatización, la flexibilización de la contratación, la piramidalización y la reducción de la planta docente, junto a un fuerte control gubernamental de contenidos y evaluaciones comunes impuestos de manera condicionada por el Banco Mundial, el FMI y la OCDE, como la prueba Enlace, modelo de evaluación centralista estandarizado, arbitrario, burocrático y sin bases pedagógicas, que se utiliza como herramienta de “clasificación de alumnos”, pero sin contexto.8 Es decir, sin tomar en cuenta la naturaleza pluriétnica y multicultural del país y de la educación. Sin tomar en cuenta a los muchos Méxicos que somos. Las estrategias del conservadurismo educacional imprimieron a los discursos pedagógicos la tónica de su lógica económica; un modelo educativo que es un facsímil de las reglas del mercado y está basado en la competitividad absoluta entre las instituciones y los individuos. En rigor, la “responsabilidad” de la educación es contribuir a elevar la capacidad de competir en el mercado globalizado. Competir en un mundo desregulado, en el “nuevo capitalismo” basado en el uso intensivo de las tecnologías de la información y la comunicación. Impuestas de manera vertical y en forma inconsulta, como se pretendía ahora, tales políticas y mecanismos inspirados en el conductismo, con su sistema de premios y castigos que busca la estratificación y la exclusión, requirieron de medidas autoritarias para sostenerse. Fue en ese marco que de manera perversa se introdujeron en las universidades y en las enseñanzas media y básica aspiraciones paranoicas de perfección: Ver Laura Poy y Ariane Díaz, “Modelo de evaluación centralista condenará al INEE al fracaso, advierte Hugo Aboites”, y Laura Poy, “La prueba Enlace, instrumento que no sirve para hacer diagnósticos: Aboites”, La Jornada, 13 de ab ril y 17 de abril de 2013, respectivamente. 8 54