6 Reflexiones / Mayo, 2015
Naturalmente que este impresionante fresco de datos siniestros por los que atraviesa el país, indicativos de nuestro pulso general, no es suficiente para situarnos ya en un estado de guerra civil plenamente "formalizado", pero nos coloca en su antesala o en los bordes de su realización. Para que entremos a una guerra civil en forma parece indispensable, al menos, que las partes contendientes logren "líneas" o agrupaciones más formalizadas que hasta ahora, es decir, con una orientación ideológica más definida que hasta el momento han estado lejos de lograr plenamente.
No diría que se precisa de ideologías perfectamente formuladas y enfrentadas para que se produzca una "guerra civil", pero sí parecen necesarias tendencias dominantes que sean el punto de referencia básico que defina el enfrentamiento. No estamos en eso. Pero sí, recorriendo el espectro, nos encontramos con el hecho innegable de que, más allá de sus razones específicas, hay una mayoría ciudadana que muestra ya, masivamente, su hostilidad o su desacuerdo con Enrique Peña Nieto. Es verdad que no es suficiente ese desacuerdo, pero también hay que reconocer que es un fuerte punto de partida para que se logre una organización opositora de otro calibre. El tiempo, pero no mucho más, dará la respuesta a estas interrogantes.
El hecho real es que en los tiempos de la Revolución Mexicana (de cien años a la fecha, por ejemplo) no habíamos presenciado una movilización "cuasi" espontánea de tal número de ciudadanos rechazando a un presidente de la República. Tal es una situación excepcional y habrá que esperar sus resultados, que parecen bastante sombríos.
De caída en caída, y sin la atención suficiente de los gobernantes, estamos ya en este punto. Y lo peor del caso es que las autoridades que pudieran hacer algo efectivo para resolver el asunto prestan oídos sordos y desatienden su gravedad. Estamos al borde la "guerra civil" y las autoridades se hacen de la vista gorda, no atienden el problema con el cuidado que deberían; más bien sus palabras representan falsos optimismos que en vez de prevenir dejan pasar y desatienden la gravedad del caso.
Un día veremos claro y entonces tal vez ya no tenga remedio, o sí lo tendrá en la medida en que el país cambie radicalmente hacia adelante. Actuaremos para que el cambio sea el mejor posible y concebible.
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