RECUERDOS: Huellas Impresas en el Alma 002. Mayo. 2013 | Page 37
Todo era felicidad para mí, nuestros días se volvieron intensos y cada uno más
agradable que el otro, sus besos y sus abrazos solo para mí, solo por mí. Me
encantaba verlo sonreír, era uno de mis pasatiempos favoritos, observar
detenidamente sus facciones, sus ojos cafés brillando a la luz de mis ojos y su
sonrisa pícara llena de alegría y de amor.
Sin embargo, un día cualquiera íbamos caminando por un parque, el cielo se
tornó extrañamente gris, y sus humeantes nubes formaban grumos alrededor de la
cuidad, el tiempo cálido y agradable empezó a tornarse frío y la brisa empezó a
ser agresiva, de repente se desató una tormenta, la lluvia iba y venía por todos
lados, no había forma de cubrirse, nuestros ojos arremolinaban buscando refugio
en algún lugar y solo se nos ocurrió echar a correr sin ni siquiera poder
vislumbrar algún lugar. Todo alrededor estaba nublado, apenas podíamos
distinguir nuestros pasos, solo corríamos y la angustia empezó a llenar mi pecho,
mi corazón latía con fuerza por el gran esfuerzo que hacia al correr sin saber a
dónde nos dirigíamos y mi mano apretaba la suya con suma fuerza y con gran
temor de irlo a perder, yo le gritaba: “no me sueltes”, pero entonces, mis pies
tropezaron con algo y me encontré con el suelo, mi mano se deslizó y ya no
volvió a dar más con la suya, me sentí sin fuerza, me sentí abandonada, me sentí
sola y perdí la nocion de todo a mi alrededor.
Todo el cuerpo me dolía, apenas me podía mover, empecé a abrir mis ojos para
saber dónde estaba, el lugar no me era desconocido, vi las cortinas rojas que
colgaban de los barandales de la cama, el hermoso cuadro que adornaba el lugar,
la puerta que daba al baño y al lado las compuertas del closet, al otro lado vi que
la puerta de salida estaba abierta y ahí mi padre con cara de preocupación, al
frente suyo mi hermanita jugando con su oso de peluche y junto mí mi madre
sentada esperando que despertara, mi madre desconsolada me dijo que llevaba
varios días inconsciente y que de Santiago no sabían nada. Solo voltee la cabeza y
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