cambio climático. Estas medidas ponen en riesgo su propia economía, al perder
oportunidades de inversión y empleo ligadas a la transición a la energía limpia, dejando
el campo franco para otras potencias como China. Por otro lado, EEUU asume el alto
coste potencial de los efectos del cambio climático.
Desarrollo analítico
Dentro de los primeros días 100 días de la nueva administración de EEUU se han derogado
planes, y se han realizado recortes presupuestarios ligados a las energías limpias. La inversión
ligada a combustibles fósiles, en detrimento de la transición a energías más limpias, supone
una pérdida de oportunidades para la economía de los EEUU. En Estados Unidos ya hay más
empleados en energías renovables que en el sector productor de combustibles fósiles. La
nueva administración también está estudiando la posibilidad de no ratificar el acuerdo de París
sobre el clima, en lo que es un guiño hacia sus votantes y remarca su idea de que el cambio
climático es un “engaño”. Estas medidas pueden ser simplemente gestos del presidente Trump
hacia sus votantes, a los que prometió la reactivación de la industria y el empleo ligados a los
combustibles fósiles. Estas medidas aumentan la incertidumbre sobre qué campos energéticos
serán potenciados por la administración, y su impacto económico.
El 28 de marzo de 2017, Donald Trump firmó la orden ejecutiva para eliminar y sustituir el plan
de energía limpia (Clean Power Plan) decretado por su antecesor en el cargo. Aunque en
muchos estados este plan no se había puesto en marcha debido a distintos pleitos en su contra
planteados en los juzgados, su eliminación podría significar el fomento del consumo de
combustibles fósiles y, por tanto, un aumento de las emisiones de CO 2 , que van en contra de
los acuerdos sobre el clima firmados en París en 2016. La política climática y energética de
Trump se basa hasta el momento en la premisa de que un mundo enfocado en la consecución
y conservación del aire y el agua libres de contaminantes, y un clima estable, es incompatible
con el crecimiento económico, y refleja la voluntad de la nueva administración de EEUU de no
buscar en el desafío ambiental oportunidades económicas.
Por el contrario, muchos economistas han argumentado que la transición del consumo de
combustibles fósiles a fuentes de energía renovables no sólo reducirá las consecuencias
negativas de un persistente cambio climático, sino que tendrá impactos económicos positivos
para las naciones que lideren dicha transición. Entre estos impactos positivos estarían:
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La creación de empleo ligada a las fuentes de energía limpias.
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