REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 87
camente por intermedio de Whymper, eran casi amistosas. Los
animales desconfiaban de Pilkington, como ser humano, pero
preferían mucho más a él que a Frederick, a quien temían y
odiaban al mismo tiempo. Cuando estaba finalizando el verano y
la construcción del molino llegaba a su término, los rumores de
un inminente ataque a traición iban en aumento. Frederick, se
decía, tenía intención de traer contra ellos a veinte hombres, to-
dos armados con escopetas, y ya había sobornado a los magis-
trados y a la policía para que, en caso de que pudiera obtener los
títulos de propiedad de «Granja Animal», aquellos no indagaran.
Además se filtraban de Pinchfield algunas historias terribles res-
pecto a las crueldades de que hacía objeto Frederick a los anima-
les. Había azotado hasta la muerte a un caballo; mataba de ham-
bre a sus vacas, había acabado con un perro arrojándolo dentro
de un horno, se divertía de noche con riñas de gallos, atándoles
pedazos de hojas de afeitar a los espolones. La sangre les hervía
de rabia a los animales cuando se enteraron de las cosas que se
hacía a sus camaradas y, algunas veces, clamaron para que se les
permitiera salir y atacar en masa la «Granja Pinchfield», echar a
los seres humanos y liberar a los animales. Pero Squealer les
aconsejó que evitaran los actos precipitados y que confiaran en
la estrategia de Napoleón.
Sin embargo, el resentimiento contra Frederick continuó en
aumento. Un domingo por la mañana Napoleón se presentó en
el granero y explicó que en ningún momento había tenido in-
tención de vender la pila de madera a Frederick; él consideraba
incompatible con su dignidad tener trato con bribones de esa
calaña. A las palomas, que aún eran enviadas para difundir no-
ticias referentes a la Rebelión, les fue prohibido pisar Foxwood
y también fueron forzadas a abandonar su lema anterior de
«Muerte a la Humanidad» reemplazándolo por «Muerte a Fre-
derick».
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