REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 60

Anunció que desde ese momento se habían terminado las reu- niones de los domingos por la mañana. Eran innecesarias, di- jo, y hacían perder tiempo. En el futuro todas las cuestiones relacionadas con el gobierno de la granja serían resueltas por una comisión especial de cerdos, presidida por él. Éstos se reunirían en consejo y luego comunicarían sus decisiones a los demás. Los animales se reunirían los domingos por la ma- ñana para saludar la bandera, cantar «Bestias de Inglaterra» y recibir sus órdenes para la semana; pero no habría más de- bates. Si la expulsión de Snowball les produjo una gran im- presión, este anuncio consternó a los animales. Algunos de ellos habrían protestado si hubieran dispuesto de los argumen- tos apropiados. Hasta Boxer estaba un poco aturdido. Apuntó sus orejas hacia atrás, agitó su melena varias veces y trató con esfuerzo de ordenar sus pensamientos; pero al final no se le ocurrió nada que decir. Algunos cerdos, sin embargo, fueron más expresivos. Cuatro jóvenes puercos de la primera fila emitieron agudos gritos de desaprobación, y todos ellos se pusieron en pie bruscamente y comenzaron a hablar al mismo tiempo. Pero, repentinamente, los perros que estaban sentados alrededor de Napoleón dejaron oír unos profundos gruñidos amenazadores y los cerdos se callaron, volviéndose a sentar. Entonces las ovejas irrumpieron con un tremendo balido de «¡Cuatro patas sí, dos pies no! », que continuó durante casi un cuarto de hora y puso fin a todo intento de discusión. Luego Squealer fue enviado por toda la granja para expli- car las nuevas decisiones a los demás. —Camaradas —dijo—, espero que todos los animales presentes se darán cuenta y apreciarán el sacrificio que ha hecho el camarada Napoleón al cargar con este trabajo adicional. ¡No se crean, camaradas, que ser jefe es un placer! Por el contrario, es una honda y pe- sada responsabilidad. Nadie cree más firmemente que el cama- rada Napoleón el principio de que todos los animales son igua- les. Estaría muy contento de dejarles tomar sus propias determi- 60