REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 51
Snowball lanzó la segunda línea de ataque: Muriel, Benjamín y
todas las ovejas, con Snowball a la cabeza, avanzaron embis-
tiendo y achuchando a los hombres desde todos los lados, mien-
tras Benjamín se volvió y comenzó a repartir coces con sus patas
traseras. Pero, de nuevo los hombres, con sus palos y sus botas
claveteadas, fueron demasiado fuertes para ellos, y repentina-
mente, al oírse el chillido de Snowball, que era la señal para reti-
rarse, todos los animales dieron media vuelta y se metieron, por
el portón, en el patio.
Los hombres lanzaron un grito de triunfo. Vieron —es lo que
imaginaron— a sus enemigos en fuga y corrieron tras ellos en
desorden. Eso era precisamente lo que Snowball esperaba. Tan
pronto como estuvieron dentro del patio, los tres caballos, las
tres vacas y los demás cerdos, que habían estado al acecho en el
establo de las vacas, aparecieron repentinamente detrás de ellos,
cortándoles la retirada. Snowball dio la señal para la carga. Él
mismo acometió a Jones. Éste lo vio venir, apuntó con su esco-
peta e hizo fuego. Los perdigones dejaron su huella sangrienta
en el lomo de Snowball, y una oveja cayó muerta. Sin vacilar un
instante, Snowball lanzó sus quince arrobas contra las piernas de
Jones, que fue a caer sobre una pila de estiércol mientras la es-
copeta se le escapó de las manos. Pero el espectáculo más ate-
rrador lo ofrecía Boxer, encabritado sobre sus cuartos traseros y
coceando como un semental con sus enormes cascos herrados.
Su primer golpe lo recibió en la cabeza un mozo de la caballeri-
za de Foxwood, quedando tendido exánime en el barro. Al ver
este cuadro, varios hombres, dejaron caer sus palos e intentaron
escapar. Pero los agarrotó el pánico y, al momento, los animales
estaban corriendo tras ellos por todo el patio. Fueron corneados,
coceados, mordidos, pisados. No hubo ni un animal en la granja
que no se vengara a su manera. Hasta la gata saltó repentina-
mente desde una azotea sobre la espalda de un vaquero y le
clavó sus garras en el cuello, haciéndole gritar horriblemente. En
el momento en que la salida estuvo clara, los hombres se alegra-
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