REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 39
Los otros se lo reprocharon ásperamente y salieron. Sacaron
unos jamones que estaban colgados en la cocina y les dieron se-
pultura; el barril de cerveza fue destrozado mediante una coz de
Boxer, y no se tocó nada más de la casa. Allí mismo se resolvió
por unanimidad que la vivienda sería conservada como museo.
Estaban todos de acuerdo en que jamás debería vivir allí animal
alguno.
Los animales tomaron el desayuno, y luego Snowball y Na-
poleón los reunieron a todos otra vez.
—Camaradas —dijo Snowball—, son las seis y media y te-
nemos un largo día ante nosotros. Hoy debemos comenzar la
cosecha del heno. Pero hay otro asunto que debemos resolver
primero. Los cerdos revelaron entonces que, durante los últimos
tres meses, habían aprendido a leer y escribir mediante un libro
elemental que había sido de los chicos del señor Jones y que,
después, fue tirado a la basura. Napoleón mandó traer unos bo-
tes de pintura blanca y negra y los llevó hasta el portón que daba
al camino principal. Luego Snowball (que era el que mejor es-
cribía) tomó un pincel entre los dos nudillos de su pata delante-
ra, tachó «Granja Manor» de la traviesa superior del portón y en
su lugar pintó «Granja Animal». Ése iba a ser, de ahora en ade-
lante, el nombre de la granja. Después volvieron a los edificios,
donde Snowball y Napoleón mandaron traer una escalera que
hicieron colocar contra la pared trasera del granero principal.
Entonces explicaron que, mediante sus estudios de los últimos
tres meses, habían logrado reducir los principios del
Animalismo a siete Mandamientos.
Esos siete Mandamientos serían inscritos en la pared; for-
marían una ley inalterable por la cual deberían regirse en adelan-
te, todos los animales de la «Granja Animal». Con cierta dificul-
tad (porque no es fácil para un cerdo mantener el equilibrio so-
bre una escalera), Snowball trepó y puso manos a la obra con la
ayuda de Squealer que, unos peldaños más abajo, le sostenía el
39