REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 38

ra pasar la noche y durmieron como nunca lo habían hecho ante- riormente. Pero se despertaron al amanecer, como de costumbre, y, acordándose repentinamente del glorioso acontecimiento, se fue- ron todos juntos a la pradera. A poca distancia de allí había una loma desde donde se dominaba casi toda la granja. Los animales se dieron prisa en llegar a la cumbre y miraron en su torno, a la clara luz de la mañana. Sí, era de ellos; ¡todo lo que podían ver era suyo! Poseídos por este pensamiento, brincaban por doquier, se lanzaban al aire dando grandes saltos de alegría. Se revolca- ban en el rocío, mordían la dulce hierba del verano, coceaban levantando terrones de tierra negra y aspiraban su fuerte aroma. Luego hicieron un recorrido de inspección por toda la granja y miraron con muda admiración la tierra labrantía, el campo de heno, la huerta, el estanque, el soto. Era como si nunca hubieran visto aquellas cosas anteriormente, y apenas podían creer que todo era de ellos. Volvieron después a los edificios de la granja y, vacilantes, se detuvieron en silencio ante la puerta de la casa. También era suya, pero tenían miedo de entrar. Un momento después, sin em- bargo, Snowball y Napoleón empujaron la puerta con el hombro y los animales entraron en fila india, caminando con el mayor cuidado por miedo a estropear algo. Fueron de puntillas de una habitación a la otra, temerosos de alzar la voz, contemplando con una especie de temor reverente el increíble lujo que allí ha- bía: las camas con sus colchones de plumas, los espejos, el sofá de pelo de crin, la alfombra de Bruselas, la litografía de la Reina Victoria que estaba colgada encima del hogar de la sala. Estaban bajando la escalera cuando se dieron cuenta de que faltaba Mol- lie. Al volver sobre sus pasos descubrieron que la yegua se había quedado en el mejor dormitorio. Había tomado un trozo de cinta azul de la mesa de tocador de la señora Jones y, apoyándola so- bre el hombro, se estaba admirando en el espejo como una tonta. 38