REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 27

delante, coqueteando con sus blancas crines a fin de atraer la atención hacia los lazos rojos con que había sido trenzada. La última en aparecer fue la gata, que buscó, como de costumbre, el lugar más cálido, acomodándose finalmente entre Boxer y Clo- ver; allí ronroneó a gusto durante el desarrollo del discurso de Mayor, sin oír una sola palabra de lo que éste decía. Ya estaban presentes todos los animales -excepto Moses, el cuervo amaestrado, que dormía sobre una percha detrás de la puerta trasera-. Cuando Mayor vio que estaban todos acomoda- dos y esperaban con atención, aclaró su voz y comenzó: —Camaradas: os habéis enterado ya del extraño sueño que tuve anoche. Pero de eso hablaré luego. Primero tengo que decir otra cosa. Yo no creo, camaradas, que esté muchos meses más con vosotros y antes de morir estimo mi deber transmitiros la sabiduría que he adquirido. He vivido muchos años, dispuse de bastante tiempo para meditar mientras he estado a solas en mi pocilga y creo poder afirmar que entiendo el sentido de la vida en este mundo, tan bien como cualquier otro animal viviente. Es respecto a esto de lo que deseo hablaros. »Veamos, camaradas: ¿Cuál es la realidad de esta vida nues- tra? Encarémonos con ella: nuestras vidas son tristes, fatigosas y cortas. Nacemos, nos suministran la comida necesaria para man- tenernos y a aquellos de nosotros capaces de trabajar nos obli- gan a hacerlo hasta el último átomo de nuestras fuerzas; y en el preciso instante en que ya no servimos, nos matan con una crueldad espantosa. Ningún animal en Inglaterra conoce el signi- ficado de la felicidad o la holganza después de haber cumplido un año de edad. No hay animal libre en Inglaterra. La vida de un animal es sólo miseria y esclavitud; ésta es la pura verdad. »Pero, ¿forma esto parte realmente, del orden de la naturale- za? ¿Es acaso porque esta tierra nuestra es tan pobre que no puede proporcionar una vida decorosa a todos sus habitantes? No, camaradas; mil veces no. El suelo de Inglaterra es fértil, su 27