REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 17
prensa de izquierdas; y cualquier escrito en su defensa, aunque fuera
una simple carta al director, vio rechazada su publicación. En aquellos
momentos no sólo se consideraba reprobable cualquier tipo de crítica
hacia la URSS, sino que incluso se mantenía secreta. Por ejemplo:
Trotsky había escrito poco antes de morir una biografía de Stalin. Es
de suponer que, si bien no era una obra totalmente imparcial, debía ser
publicable y, en consecuencia, vendible. Un editor americano se había
hecho cargo de su publicación y el libro estaba ya en prensa. Creo que
habían sido ya corregidas las pruebas, cuando la URSS entró en la
guerra mundial. El libro fue inmediatamente retirado. Del asunto no se
dijo ni una sola palabra en la prensa británica, aunque la misma exis-
tencia del libro y su supresión eran hechos dignos de ser noticia.
Creo que es importante distinguir entre el tipo de censura que se
imponen voluntariamente los intelectuales ingleses y la que proviene
de los grupos de presión. Como es obvio, existen ciertos temas que no
deben ponerse en tela de juicio a causa de los intereses creados que los
rodean. Un caso bien conocido es el tocante a los médicos sin escrú-
pulos. También la Iglesia Católica tiene considerable influencia en la
prensa, una influencia capaz de silenciar muchas críticas. Un escánda-
lo en el que se vea mezclado un sacerdote católico es algo a lo que
nunca se dará publicidad, mientras que si el mismo caso ocurre con
uno anglicano, es muy probable que se publique en primera página,
como ocurrió con el caso del rector de Stiffkey. Asimismo, es muy
raro que un espectáculo de tendencia anticatólica aparezca en nuestros
escenarios o en nuestras pantallas. Cualquier actor puede atestiguar
que una obra de teatro o una película que se burle de la Iglesia Católi-
ca se exponen a ser boicoteados desde los periódicos y condenados al
fracaso. Pero esta clase de hechos son comprensibles y además in-
ofensivos. Toda gran organización cuida de sus intereses lo mejor que
puede y, si ello se hace a través de una propaganda descubierta, nada
hay que objetar. Uno no debe esperar que el Daily Worker publique
algo desfavorable para la URSS, ni que el Catholic Herald hable mal
del Papa. Esto no puede extrañar a nadie, pero lo que sí es inquietante
es que, dondequiera que influya la URSS con sus especiales maneras
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