REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 114
«Era para él motivo de gran satisfacción —dijo—, y estaba
seguro que para todos los asistentes, comprobar que un largo
período de desconfianzas y desavenencias llegaba a su fin.
Hubo un tiempo, no es que él, o cualquiera de los presentes,
compartieran tales sentimientos, pero hubo un tiempo en que
los respetables propietarios de la "Granja Animal" fueron con-
siderados, él no diría con hostilidad, sino con cierta dosis de
recelo por sus vecinos humanos. Se produjeron incidentes des-
afortunados y eran fáciles los malos entendidos. Se creyó que
la existencia de una granja poseída y gobernada por cerdos era
en cierto modo anormal y que podría tener un efecto perturba-
dor en el vecindario. Demasiados granjeros supusieron, sin la
debida información, que en dicha granja prevalecía un espíritu
de libertinaje e indisciplina. Habían estado preocupados res-
pecto a las consecuencias que ello acarrearía a sus propios
animales o aun sobre sus empleados del género humano. Pero
todas estas dudas ya estaban disipadas. Él y sus amigos acaba-
ban de visitar "Granja Animal" y de inspeccionar cada pulgada
con sus propios ojos. ¿Y qué habían encontrado? No solamente
los métodos más modernos, sino una disciplina y un orden que
debían servir de ejemplo para los granjeros de todas partes. Él
creía que estaba en lo cierto al decir que los animales inferiores
de "Granja Animal" hacían más trabajo y recibían menos co-
mida que cualquier animal del condado. En verdad, él y sus
colegas visitantes observaron muchos detalles que pensaban
implantar en sus granjas inmediatamente.
»Querría terminar mi discurso —dijo— recalcando nue-
vamente el sentimiento amistoso que subsistía, y que debía
subsistir, entre "Granja Animal" y sus vecinos. Entre los cer-
dos y los seres humanos no había, y no debería haber, ningún
choque de intereses de cualquier clase. Sus esfuerzos y sus
dificultades eran idénticos. ¿No era el problema laboral el
mismo en todas partes?» Aquí pareció que el señor Pilkington
se disponía a contar algún chiste preparado de antemano, pero
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