REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 105

—¡Boxer! —gritó Clover con terrible voz—. ¡Boxer! ¡Sal de ahí! ¡Sal pronto! ¡Te llevan hacia la muerte! Todos los animales se pusieron a gritar: ¡Sal de ahí, Boxer, sal de ahí!», pero el furgón ya había to- mado velocidad y se alejaba de ellos. No se supo si Boxer en- tendió lo que dijo Clover. Pero un instante después, su cara desapareció de la ventanilla y se sintió el ruido de un patear de cascos dentro del furgón. Estaba tratando de abrirse camino a patadas. En otros tiempos, unas cuantas coces de los cascos de Boxer hubieran hecho trizas el furgón. Pero, desgraciadamente, su fuerza lo había abandonado; y al poco tiempo el ruido de cascos se hizo más débil y se extinguió. En su desesperación los animales comenzaron a apelar a los dos caballos que tira- ban del furgón para que se detuvieran. « ¡Camaradas, camara- das! —gritaron—. ¡No llevéis a vuestro propio hermano hacia la muerte! » Pero las estúpidas bestias, demasiado ignorantes para darse cuenta de lo que ocurría, echaron atrás las orejas y aceleraron el trote. La cara de Boxer no volvió a aparecer por la ventanilla. Era demasiado tarde cuando a alguien se le ocurrió adelantarse para cerrar el portón; en un instante el furgón salió y desapareció por el camino. Boxer no fue visto más. Tres días después se anunció que había muerto en el hospital de Willing- don, no obstante recibir toda la atención que se podía dispensar a un caballo. Squealer anunció la noticia a los demás. Él había estado presente, dijo, durante las últimas horas de Boxer. —¡Fue la escena más conmovedora que jamás haya visto! — expresó Squealer, levantando la pata para enjugar una lágrima— . Estuve al lado de su cama hasta el último instante, y al final, casi demasiado débil para hablar, me susurró que su único pesar era morir antes de haberse terminado el molino. «Adelante, ca- maradas —murmuró—. Adelante en nombre de la Rebelión. ¡Viva "Granja Animal"! ¡Viva el camarada Napoleón! ¡Napo- 105