REBELIÓN EN LA GRANJA Rebelión en la Granja-George Orwell | Page 68

esperanzas de recuperar su granja y se fue a vivir a otro lugar del país. Exceptuando a Whymper, aún no existía contacto alguno entre «Granja Animal» y el mundo exterior, pero circulaban constantes rumores de que Napoleón iba a celebrar definitiva- mente un convenio comercial con el señor Pilkington, de Fox- wood, o con el señor Frederick, de Pinchfield; pero nunca —se hacía constar— con los dos simultáneamente. Fue más o menos en esa época cuando los cerdos, repenti- namente, se mudaron a la casa de la granja y establecieron allí su residencia. De nuevo los animales creyeron recordar que en los primeros tiempos se había aprobado una resolución en contra de tal medida, y de nuevo Squealer hubo de convencerlos de que no era así. Resultaba absolutamente necesario, dijo él, que los cerdos, que eran el cerebro de la granja, dispusieran de un lugar tranquilo para trabajar. También era más apropiado para la dignidad del Líder (porque últimamente había comenzado a referirse a Napoleón con el título de «Líder») que viviera en una casa en vez de en una simple pocilga. No obstante, algunos animales se molesta- ron al saber que los cerdos, no solamente comían en la cocina y usaban la sala como lugar de recreo, sino que también dormían en las camas. Boxer lo pasó por alto, como de costumbre, repi- tiendo «¡Napoleón siempre tiene razón!» , pero Clover, que creyó recordar una disposición concreta contra las camas, fue hasta el extremo del granero e intentó descifrar los siete man- damientos, que estaban allí escritos. Al ver que sólo podía leer las letras una por una, trajo a Muriel. —Muriel —le dijo—, léeme el cuarto mandamiento. ¿No dice algo respecto a no dormir nunca en una cama? Con un poco de dificultad, Muriel lo deletreó. —Dice: «Ningún animal dormirá en una cama con sábanas». Lo curioso era que Clover no recordaba que el Cuarto Mandamiento mencionara las sábanas; pero como figuraba en 68