Un libro perdido reaparece.
Su misterioso origen conecta a tres personajes: Leo Gursky, un cerrajero judío que llegó hace años a Nueva York para encontrar a la mujer que ama; Alma Singer, una niña que busca compañía para su madre, y Zvi Litvinoff, el escritor polaco que guarda un secreto.
Este texto perdido lleva el mismo nombre de la novela que lo contiene: La historia del amor, de la escritora neoyorquina Nicole Krauss. A pesar de lo que el título y la portada del libro aparenten, este no es un cuento rosa. Es, mejor, una crónica del afecto humano con escenas sobre la soledad, el desarraigo y el reencuentro del amor.
Uno de los recursos más interesantes es la capacidad de Krauss para crear una leyenda sobre el origen ficticio de los sentimientos. En vez de la Edad de Piedra encontramos la Edad del Silencio, en la que todos los movimientos de las manos tenían un valor expresivo y la gente se comunicaba más: “no es que hayamos olvidado por completo el lenguaje de los gestos (…) cuando está oscuro y no podemos ver, sentimos la necesidad de tocar el cuerpo del otro para hacernos entender”.
En la Edad del Hilo “era normal ensartar las palabras en un hilo para guiarlas y evitar que se extraviaran por el camino hacia su destino”.
O cuando la gente se hizo adicta al sentimiento “peleaba por descubrir sentimientos nuevos (…). Se creaban nuevas formas de alegría al tiempo que nuevas clases de tristeza. La eterna decepción de lo que es la vida, el alivio de un respiro inesperado, el miedo a la muerte”.
La historia del amor también cuenta con un punto de vista particular sobre la huida de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial: la de las conexiones perdidas, la de los sentimientos que también deben buscar un refugio. Este libro es un buen ejemplo de cómo se construye una historia sólida a partir de retazos. Con esto me refiero a la diversidad de estilos, además de breves narraciones, que se trabajan: primera y tercera persona, diarios, cartas, listas, diálogos y obituarios.
La escritura de Krauss es tan cuidadosa que, personalmente, dan ganas de subrayar todo el libro, en el que se pueden leer frases como estas: “Sentir en las piernas las vibraciones de su voz, es percibir la realidad en toda su extensión”, “Érase una vez un niño que amaba a una niña, y la risa de ella era como una pregunta que él quería pasar la vida contestando”, “Nada me hace más feliz y nada me entristece más que tú”, “—Es mejor que sea un secreto. —¿Por qué?
—Porque así no podrán quitárnoslo”.
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