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La sensualidad no se rige por tallas...

Ni por el color de piel o la estatura. Ni tiene fecha de caducidad.

En un mundo lleno de moldes hay que romperlos siendo auténticas, eso es el mayor sex appeal. Al igual que el erotismo, la sensualidad no tiene límites, los límites más bien los ponemos nosotras con nuestras inseguridades.

Nuestro amor propio paga los platos rotos y se vuelve un yo-yo que sube o que baja de acuerdo a la ocasión, así que nuestra sensualidad es castigada y censurada, en parte por la manera en cómo nos percibimos a nosotras mismas.

Abrazar nuestras supuestas imperfecciones y volverlas deseables es un acto revolucionario, porque para ser sensual no hay que ser perfecta, pero si hay que tener actitud, mucha actitud.

Edición N° 1

Septiembre 2018

REAL

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