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“Yo no podría, me moriría de celos”, “es antinatural”, “las relaciones abiertas nunca funcionan”, son algunas de las frases más típicas con las que nos encontramos cuando surge el tema del poliamor. Pero como dice Schwartz, en lo que casi parece un trabalenguas, “hay más personas en relaciones abiertas de lo que parece, simplemente no hablan abiertamente sobre sus relaciones abiertas”
Según un estudio cerca del 5% de los estadounidenses están en relaciones no monógamas consentidas. Es decir, que “a uno o ambos miembros de la pareja se les permite –incluso anima– a mantener relaciones íntimas con otras personas”, comenta el autor.
La terapeuta familiar Dossie Easton opina que en
poliamor “la fidelidad se trata de ser fiel a los
compromisos respetando a amigos y amantes y preocupándonos del bienestar de la otra persona”.
En la Notaría Sexta de Medellín firmaron tres hombres en una relación sentimental un contrato llamado Constitución de Régimen Patrimonial Especial de Triejala, algo muy parecido a una unión marital. Schwartz insiste en que “la monogamia y la poligamia son legítimas y practicarlas sólo depende de lo que cada uno considere mejor para sí mismo”.
“La evolución marcó el inicio de las relaciones como otra forma de propiedad”, comenta Schwartz. Como explican los expertos en biología sexual, los humanos evolucionaron hacia la monogamia como consecuencia del desarrollo de la propiedad: primero granjas y cultivos individuales y después exclusividad sexual en pareja. La gente empezó a valorar la propiedad sexual sobre la promiscuidad y el poliamor fue desterrándose de las nuevas sociedades.
Según explicó a El Confidencial el doctor Eric Anderson, autor del libro The Monogamy Gap: “La naturaleza no ha diseñado a los hombres para ser monógamos, la cultura puede intentar ocultar esto, pero a la larga falla”. Y ese fallo es el que intentan evitar los defensores del poliamor.
Este es el símbolo del poliamor