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mitosyleyendas | E ntre Ríos es tierra fértil en mitos y leyendas, en relatos de milagros y sucedidos. La solapa es el duende más popular de la región y el Lázaro Blanco el milagrero que recorre el imaginario El matrero de Tres Lagunas su pago, de quienes suelen contarse historias extraordinarias, como es el caso de Carmelito Acosta, un gaucho matrero de la zona de La Paz. Nacido en el distrito Tacuaras hacia 1870, es un gaucho que vivió solitario y al margen de las normas de lo que se Dibujo de Peter Castelucci popular del norte provincial. Pero también existen personajes con un predicamento muy encarnados en llama la “civilización”, con la única compañía de su fiel caballo ruano Pajarito. Como los antiguos matreros, a semejanza del Calandria que con maestría retrata Martiniano Leguizamón en su comedia campestre, Carmelito no gusta obedecer a la autoridad ni depender de un patrón. Vive de la bondad de algún amigo, tal vez de lo que puede obtener de un conchabo ocasional, pero más de las veces de carnear algún ajeno. Pero su justa fama no viene del robo de las reses que le sobran al estanciero sino de las pendencias en los boliches por una copa bebida demás y de su habilidad para escapar de los milicos. Rara vez la autoridad logra atraparlo. Su refugio es un hueco cavado en un tronco de guaraniná en los campos de Tres Lagunas. Aguedo Martínez relata que en una oportunidad, en horas nocturnas, Carmelito se dirige a la casa de una amiga, quien es la que le lava la ropa, sin advertir que en los corrales de la casa lo espera una partida policial. Cuando desmonta de su ruano recibe el ataque con armas de fuego y una bala alcanza su pierna lo que le impide montar de nuevo. No le queda más recurso que prenderse a la cola de una vaquilla, que espantada por la batahola huye junto al resto de la tropa y así logra escapar de las autoridades. Otra hazaña que se cuenta lo tiene de protagonista en un boliche tomándose una ginebrita, cuando llega otro gaucho que se acoda al mostrador y luego de mojar el garguero como corresponde mira desafiante a Carmelito. Y de la mirada se fueron a las palabras, y de las palabras al facón. El parroquiano con facón y Carmelito con un cuchillo que con gran habilidad le metió un agujero en el cuero del RAMOS GENERALES 21